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ii concurso de relatos punto de libro

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proyectaba las sombras <strong>de</strong> las ramas <strong>de</strong> un árbol sobre la pared<br />

principal, que estaba cubierta por un gran número <strong>de</strong> lienzos <strong>de</strong><br />

todos los tamaños con labrados marcos dorados, y lo único que<br />

se oía era el sonido <strong>de</strong> las tejas y el murmullo <strong>de</strong>l arroyo. El<br />

tiempo era malo en Whitcross gran parte <strong>de</strong>l año y no invitaba a<br />

salir fuera <strong>de</strong> la casa; por ello, Anne y Jorge pasaban muchas<br />

tar<strong>de</strong>s en aquella habitación en la que el criado inventaba<br />

historias inspiradas en los cuadros que colgaban <strong>de</strong> la pared.<br />

-En cada cuadro hay una aventura mágica -<strong>de</strong>cía Jorge a Anne<br />

al empezar cada historia-, solo tenemos que entrar en él. No<br />

necesitamos llave, con imaginarlo es suficiente.<br />

Anne, entonces, cerraba los ojos y Jorge comenzaba su relato.<br />

Si el cuadro representaba una batalla naval, Anne veía -mientras<br />

escuchaba la voz <strong>de</strong>l criado- acercarse los enormes navíos, la<br />

espuma <strong>de</strong> las enfurecidas olas salpicando la cubierta, la fuerte<br />

lluvia cayendo sin piedad sobre los marineros; incluso, podía<br />

sentir el húmedo viento en su rostro y escuchar el sonido <strong>de</strong> los<br />

cañonazos. Si lo pintado era una cacería, Anne se veía junto a<br />

Jorge en un inmenso bosque que los ro<strong>de</strong>aba por todas partes.<br />

Estaba nublado y el viento hacía que los árboles se inclinaran y<br />

susurrasen misteriosamente mientras ellos, abriéndose paso con<br />

dificultad por un sen<strong>de</strong>ro lleno <strong>de</strong> espinos, avanzaban hacia un<br />

zarzal en el que se oía el ulular <strong>de</strong> un búho, para ayudar a los<br />

asustados animales a librarse <strong>de</strong>l ataque <strong>de</strong> los perros. En otro <strong>de</strong><br />

los cuadros aparecía un pueblo solitario al anochecer, en el que<br />

sobresalía el campanario <strong>de</strong> una iglesia. Anne y Jorge podían<br />

caminar por las empedradas calles, acompañados, tan solo, por la<br />

espesa niebla y por la luz fantasmal que los faroles que pendían<br />

<strong>de</strong> los tejados <strong>de</strong> algunas casas provocaban en ella. Cuando<br />

pasaban cerca <strong>de</strong> la iglesia se escuchaban tres lentas campanadas,<br />

iguales. Después andaban un rato más por las oscuras calles en<br />

las que las ventanas <strong>de</strong> las casas les <strong>de</strong>volvían su reflejo<br />

distorsionado por la niebla, hasta que Jorge <strong>de</strong>cidía volver a la<br />

habitación para empezar una nueva historia en otro lienzo.<br />

-Cuéntame una historia -pidió Anne-, aquella en la que tú eres<br />

el Rey <strong>de</strong> la montaña.<br />

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