Anécdotas talmúdicas y de rabinos famosos
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RESOLVER TODO<br />
Rabí Arie Leib, hij o <strong>de</strong>l Jafetz Jaím, era un joven muy inteligente,<br />
un genio. Cierta vez tuvo la ocasión <strong>de</strong> presentar una clase talmúdica<br />
a un grupo <strong>de</strong> discípulos excepcionales, a quienes <strong>de</strong>slumbró<br />
resolviendo problemas difi cultosos <strong>de</strong> un exégeta. Todos quedaron<br />
muy impresionados y expresaron su admiración. Entonces, el joven<br />
se levantó y expresó la esperanza <strong>de</strong> que fuera a resolver todos los<br />
problemas que presentaba el exégeta.<br />
Entonces, el Jafetz Jaím se levantó y reprendió públicamente a su<br />
hij o diciéndole que lo que había dicho nunca le iba a permitir para<br />
que llegara a ser un gran especialista en la materia.<br />
Años más tar<strong>de</strong>, relatando este hecho, el hij o <strong>de</strong>l sabio habría dicho:<br />
”lamentablemente las palabras <strong>de</strong> mi padre fueron ciertas”.<br />
HOY<br />
Rabí Dov Ber <strong>de</strong> Radoshitz, cuando visitaba a su Rabí, acostumbraba<br />
a <strong>de</strong>spertar a los compañeros con quienes compartía el dormitorio,<br />
gritando: -”Despierten, hermanos. Una visita a quien nunca vieron<br />
acaba <strong>de</strong> llegar. Cuando se vaya nunca más lo van a volver a ver”.<br />
Cuando le preguntaban quién era, respondía: -El día <strong>de</strong> hoy.”<br />
UN ROSTRO, UNA SONRISA<br />
El Rabino Ijíel Mor<strong>de</strong>jai Gordon acostumbraba a <strong>de</strong>cir que una cara<br />
amarga es comparable a un pozo en un lugar público. Una conducta<br />
negativa pue<strong>de</strong> ser contagiosa, causando que otros se infecten con su<br />
germen <strong>de</strong> <strong>de</strong>presión. El Talmud asegura que: ”todo aquel que muestra<br />
a su compañero el blanco <strong>de</strong> los dientes (una sonrisa) hace más<br />
que al darle un vaso <strong>de</strong> leche” (Tratado Ketuvot 111b). Una sonrisa es<br />
un signo <strong>de</strong> que uno importa. Muchas veces, la necesidad emocional<br />
<strong>de</strong> sentirse querido es más po<strong>de</strong>rosa que el hambre o la sed.<br />
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