Masonería - Generalísimo Francisco Franco
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manifiestos e impresos supuestos que se atribuyeron a los jesuitas; se compraron testigos,<br />
se sobornó a la Justicia con ascensos y premios, y, aun así, poco o nada pudo<br />
conseguirse, pues las pruebas se derrumbaban al primer contraste; pero, sin embargo, era<br />
lo suficiente para arrancar al acobardado monarca el decreto real que se requería. Las<br />
cartas supuestas, dirigidas a los jesuitas de Tucumán por su hermano el padre Rábago,<br />
resultaron de una falsedad completa, así como las patrañas de que querían insubordinar a<br />
las Misiones de Uruguay y Paraguay para formar una monarquía independiente.<br />
Los triunfantes en el complot tuvieron todo en su mano para investigar sobre el<br />
asunto. El haberse comisionado al conde de Aranda, masón e impío, a quien Voltaire<br />
públicamente distinguió con su aprecio, el mando de Madrid, con poder militar y político<br />
excepcionales, dejó en manos de la francmasonería medios inigualables para poder<br />
demostrar el complot de que se acusaba a sus enemigos, caso de haber éste existido;<br />
pero, lejos de esto, en lo que se ocupó fué en encubrir y tapar las infames maquinaciones<br />
de la secta.<br />
Que el duque de Alba fué quien, de acuerdo con la masonería, fraguó el complot, que<br />
montó el motín y lo achacó a los jesuitas, está ya en la Historia sobradamente probado. Un<br />
historiador que no nos es afecto, el protestante Cristóbal Mur, en el tomo IX, página 229,<br />
de su Diario para la historia de la literatura, afirma “que el duque de Alba, en 1776, estando<br />
para morir, declaró haber sido el autor del motín y de las patrañas contra los jesuitas”. Su<br />
narración se basaba en el testimonio de testigos que en 1780, cuando esto escribía,<br />
todavía vivían.<br />
Que los ministros que engañaron a Carlos III eran enemigos de Dios y de la Iglesia es<br />
cosa probada que el Papa Clemente XIII sostiene en su carta Tu quoque fili mi..., dirigida a<br />
Carlos III. Que su ministro de Gracia y Justicia, Roda, era masón y perseguidor enconado<br />
de la fe católica, se demuestra en su correspondencia con Choiseul, ministro de Luis XV,<br />
en carta fechada en 17 de diciembre de 1767, en que le manifestaba: “Hemos matado al<br />
hijo; ya no nos queda más que hacer otro tanto con la Madre, nuestra Santa Iglesia<br />
Romana.’’<br />
La expulsión de siete mil españoles beneméritos, arrojados bajo el peso de horrendas<br />
calumnias de la Patria con sanción de Su Majestad Católica, de un modo inicuo e<br />
inhumano, fué el atentado más grave que sufrió el prestigio de la fe católica en España y<br />
en sus colonias, de donde se vió salir como malhechores a los que hasta entonces habían<br />
constituido la más firme vanguardia de la fe. Los males que se derivarían de ello vamos a<br />
recogerlos en el próximo siglo.