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Masonería - Generalísimo Francisco Franco

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eran inocentes del crimen que se les imputara.” Varios jesuitas fueron injustamente<br />

envueltos en este proceso y considerados como cómplices, si bien no se les impuso pena;<br />

se trataba de hombres ancianos y destacados por sus virtudes, inocentes de cuanto se les<br />

imputaba: el confesor de la marquesa de Tavora, madre política de doña Teresa, el padre<br />

Matos, emparentado con la familia de Riveira, aborrecido de Carvalho, y el padre Juan<br />

Alejandro, de la amistad de los Tavora, hombre envejecido en las Misiones y en el ejercicio<br />

de la caridad en Portugal y en sus colonias; sin embargo, el día 19 de enero de 1759, por<br />

un real decreto se condenó como reos de regicidio a todos los jesuitas de Portugal, Asia y<br />

América; se les privó de sus bienes y se dispuso en carta a los obispos que los difamasen,<br />

imputándoles multitud de delitos a fin de quitarles el aprecio de los fieles. Los que de ellos<br />

se compadecieron fueron arrojados en calabozos y perseguidos como malhechores, a<br />

ración de pan duro y agua, mientras se los calumniaba y satirizaba.<br />

Para deshacer el mal efecto que la medida de violencia había de causar en los<br />

católicos portugueses, se falsificó por el agente de Pombal en Roma, embajador Armada,<br />

un rescripto pontificio en que se aprobaba la petición real de autorización para proceder al<br />

castigo de muerte a los responsables del regicidio, y en su consecuencia se condenó a<br />

muerte y descuartizó al padre Moreira y a cuatro jesuitas más el día 31 de julio de 1759,<br />

festividad de San Ignacio. Así pagó el padre Moreira su debilidad al haber presentado y<br />

protegido en la iniciación de su carrera al sanguinario Pombal.<br />

Los obispos de Cangranón, Cochin y arzobispo de la Bahía de Todos los Santos, que<br />

movidos de su celo apostólico elevaron una exposición en vista de los trastornos que iban<br />

a producirse en las Misiones con la expulsión, fueron expatriados, removidos sus cabildos<br />

y provistas nuevamente sus sillas.<br />

De doscientos jesuitas que quedaron en los calabozos de Lisboa, ochenta y ocho<br />

sucumbieron a los padecimientos, y en su saña, Pombal ordenó excluir del calendario a los<br />

Santos de la Compañía. Las calumnias infames de los masones portugueses, dirigidos por<br />

Pombal, iban a ejercer una influencia terrible en la batalla masónica que contra la Iglesia la<br />

masonería había planteado. La difamación y la corrupción figuraban como medio diabólico<br />

para alcanzarlo; las coacciones sobre el Pontífice, las regalías y la provisión de sillas<br />

llegaron a ser el pan nuestro de cada día.<br />

El efecto inmediato en España no fué, sin embargo, el que Pombal esperaba. Vivía<br />

todavía la piadosa Reina Isabel de Farnesio; la batalla de los masones fué entonces<br />

perdida, y el real decreto de 19 de febrero de 1761, firmado por Carlos III, condenó la<br />

expulsión de los jesuitas de Portugal, que más adelante, y muerta la Reina, había él mismo<br />

de ejecutar.

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