Masonería - Generalísimo Francisco Franco
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LA “FERRERADA”<br />
4 de junio de 1950<br />
DEMOSTRADA en trabajos anteriores la influencia decisiva de la masonería en la<br />
Sociedad de las Naciones, nos corresponde analizar la influencia de la nefasta secta en<br />
cuantos problemas con Francia se relacionaron.<br />
El pararrayos masónico de definirse estrechamente como ajenos a la política y a los<br />
problemas internos de los pueblos han hecho que muchos inscritos, aceptando esa<br />
definición, no hayan dado trascendencia a las actividades ocultas de la secta. Hemos de<br />
reconocer que en una nación constituida en “paraíso masónico”, donde la mayoría de sus<br />
miembros militasen en la masonería, ésta tendría poco que hacer en sus luchas internas<br />
de partidos, de que no debería favorecer a unos hermanos en perjuicio de los otros; pero<br />
es el caso muy distinto cuando no se ha alcanzado ese ideal masónico y la masonería está<br />
compuesta por una minoría que lucha secretamente y por todos los medios para alcanzar<br />
su predominio. La historia de la masonería en nuestra nación es elocuentísima a este<br />
respecto.<br />
El que la Asociación masónica internacional, ante los problemas, escisiones y recelos<br />
que a la masonería acompañan, y frente a la necesidad de presentarse como Asociación<br />
pacífica y neutral, respetuosa ante los problemas internos de las naciones, haya llevado a<br />
sus estatutos una definición clara de neutralidad e indiferencia no representa en el fondo<br />
nada, pues los hermanos lo interpretan dentro del mundo de los masones y no para su<br />
relación con los profanos; en muchas de las decisiones del Comité ejecutivo de la<br />
Asociación Masónica Internacional, así como en las actas de sus Congresos, se revela la<br />
protección más absoluta a cuanto tiende a favorecer el dominio masónico y a prestar su<br />
amparo y solidaridad a aquellos masones de las grandes logias o grandes orientes que<br />
soliciten su ayuda.<br />
No hemos de perder nunca de vista que en la masonería hay dos actuaciones: la<br />
publica de la que tiene conocimiento la mayoría de sus miembros, que se debate en la<br />
solemnidad de las logias y se incluye en sus publicaciones, y la secreta, en la que sólo<br />
intervienen determinados masones, y que tiene lugar en la traslogia o concilíábulo de los<br />
elegidos, de los que se sabe poco y se conoce menos; sin embargo, nos basta sólo<br />
analizar lo que de ello trasluce al exterior para que, atando cabos sueltos, nos<br />
apercibamos cómo la actuación masónica desmiente sus enunciados y se entremete de<br />
manera decisiva en los problemas políticos internos y externos de las naciones, muy<br />
especialmente si en alguna forma éstos afectan a la masonería.<br />
Nadie será capaz de controvertir que el problema de la masonería española preocupa<br />
a los masones internacionales en todo lo que va de siglo. Un síntoma gravísimo de esto se<br />
ha tenido en aquella campaña desencadenada en Paris y Bélgica, conocida por la<br />
“ferrerada”, que en 1909 realizaron las logias continentales europeas más importantes con<br />
motivo dc la sentencia de muerte y ejecución del anarquista español y miembro de varias<br />
logias extranjeras, <strong>Francisco</strong> Ferrer Guardia. Una acción de infundios, de calumnias contra<br />
nuestra nación, de injurias a la Monarquia y a la Iglesia Católica, se desarrolló durante dos<br />
años en los medios internacionales de Paris y Bruselas.<br />
El 31 de octubre de 1909 el Concejo comunal de Bruselas adoptaba por 31 votos<br />
contra ocho —las izquierdas unidas contra los elementos de derecha del Municipio— el