Masonería - Generalísimo Francisco Franco
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conciencia, de la abstracción de todas las religiones, de la secularización de la ley y de la<br />
educación y de todo cuanto caracteriza la vida política de los pueblos, nadie puede<br />
dudarlo; pero en esta materia se nos presenta, una vez más, el grado de responsabilidad<br />
distinto entre los que, habiendo alcanzado los grados superiores de la masonería, estaban<br />
iniciados y eran conscientes de los fines que aquélla perseguía, a los que prestaban<br />
juramento de servir y los simplemente iniciados y todavía en los grados inferiores, que<br />
vienen constituyendo comparsas explotados por la perversidad y la malicia de los<br />
“santones”.<br />
Muchísimos han sido en España los masones afiliados a las logias y pertenecientes a<br />
sus grados inferiores que, al alcanzar en la vida puestos superiores de gobierno y de<br />
mando, y ser interesadamente elevados por la secta a los superiores, al apercibirse de sus<br />
secretos y de los males que a la Patria la masonería indudablemente arrastra, intentaron<br />
separarse de la secta; pero fueron combatidos por ésta hasta los últimos extremos; y<br />
muchos otros constituyen legión que, al finalizar sus vidas, y por miedo o por gracia divina,<br />
han intentado liquidar sus cuentas en la Tierra, apercibiéndose entonces de todo el daño<br />
que a su Patria y a la fe causaron, sin tiempo ya en la vida para repararlo.<br />
Más que a la maldad y a la perversidad de príncipes o de gobernantes, hemos de<br />
culpar de ello al desconocimiento por éstos y por las clases influyentes de los verdaderos<br />
principios de la Ley divina, y su ignorancia o su desprecio de la voz de la Iglesia; sin<br />
embargo, la extensión del daño se agigantó con el ejemplo pernicioso dado desde las<br />
alturas. La pérdida de almas por el ateísmo del Estado llega a ser en muchos casos<br />
infinita.<br />
Si estos males en España aparecen atenuados por un proceso de descomposición<br />
más lento que el de otros países y por la repugnancia que la fe católica de nuestro pueblo<br />
opuso a los principios ateos y libertinos que las clases directoras por doquier extendían, no<br />
pudo, sin embargo, sustraerse a la ley fatal que a toda Europa envolvía y que muy pronto<br />
en nuestra Patria había de alcanzar su punto más álgido.