Masonería - Generalísimo Francisco Franco
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frente unido que debía presentarse al invasor, la traición masónica había creado la más<br />
grande de las escisiones.<br />
Muchas de las rendiciones sin resistencia de las unidades francesas a quienes se<br />
dejó escapar y de generales y jefes que en mal trance salvaron la vida, y que nadie parece<br />
explicarse, fueron debidas a haber hecho en momentos de angustia o gran peligro el signo<br />
masónico, que les hizo reconocer por los masones contrarios. Variadas son las historias<br />
que registran autores españoles y extranjeros, y que se recogen en la revista masónica<br />
Latomia, y en las que vemos a los masones prisioneros que se daban a conocer tratados a<br />
cuerpo de rey, recibiendo trato especial con vestidos y provisiones.<br />
Sin ir tan lejos, y en ocasión bien reciente, he podido escuchar de labios de un<br />
reputado militar cómo en una de las acciones libradas con motivo de la guerra de<br />
Liberación española, en el norte de España, al rendirse unas fuerzas de la región vasca a<br />
un jefe extranjero que combatía en nuestras filas y hecha la señal masónica por uno de<br />
aquellos cabecillas, pretendió aquel jefe facilitar la evasión de aquellos desdichados a<br />
bordo de un barco que se encontraba en la rada, pese a las órdenes terminantes que tenía<br />
recibidas; pero que lo evitó la energía de un oficial español celoso de su deber y del<br />
servicio. Comentada más tarde la conducta inexplicable dc aquel jefe, fué descubierta por<br />
otros compatriotas su calidad de viejo masón, muy conocida en su país.<br />
Mas volvamos a los días de nuestra primera guerra de la Independencia y<br />
trasladémonos a la vieja capital marinera donde, en el último baluarte de la independencia<br />
española, se habían refugiado aquellos francmasones que no se sintieron afrancesados,<br />
en donde entablaron relaciones con el gran oriente inglés, y, así, mientras los patriotas se<br />
batían por una España libre, ellos maquinaban por una España esclava.<br />
La logia de Cádiz, que en el año 1752 ya contaba con 500 afiliados, se reforzó en<br />
esta ocasión con la multitud de masones que, tomando el nombre de sus provincias,<br />
asistieron a aquellas Cortes, que la desacreditada Junta Central, que nada representaba y<br />
a quien nadie obedecía, había convocado en la isla de León. Esta logia fué una de las<br />
primeras y más importantes de España. Su proximidad a Gibraltar y las miras puestas por<br />
Inglaterra en la destrucción de nuestra Marina, la habían convertido en instrumento para<br />
minar nuestros Cuerpos de oficiales, y eran ya muchos los jefes de la Marina, ricos de la<br />
ciudad y españoles venidos de América que cayeron en las redes que les tendió la logia.<br />
Para algunos pequeños grupos de patriotas bien intencionados, constituían legión los<br />
“arrivistas” forasteros, europeos y americanos, que, huyendo de los tiros y siguiendo al<br />
calor del Gobierno, se habían refugiado en este extremo, el más alejado del humo de la<br />
pólvora; pero donde hay masonería no pueden faltar las intrigas y las traiciones, que se<br />
pusieron de manifiesto desde los primeros pasos; ni el respeto a la sangre generosa que<br />
tantos patriotas, sin distinción de pueblo y de nobleza, sacrificaban en el campo del honor<br />
y por las libertades de España moderaba a aquellas gentes en sus apetitos, y aquellas<br />
docenas de masones, de parásitos, de ambiciosos y cobardes, incapaces de mantener un<br />
fusil frente al enemigo, prepararon en la célebre “tacita de plata” un pozo de inmundicia. La<br />
ilegalidad de la Constitución de aquellas Cortes era manifiesta; en su composición se faltó<br />
a la Constitución histórica y secular de España, se falsearon las leyes, los fueros y los<br />
códigos en vigor, y, con perjurios, pérfidas malicias y toda clase de engaños, se erigieron<br />
como poder soberano, avasallaron a la Regencia y, bajo la presión de unas galerías<br />
públicas ocupadas por los agentes y masones de las logias de Cádiz, traicionaron a los<br />
que se batían y, sin representar a nadie, pues la gran mayoría ni poderes claros tenían de<br />
sus provincias, en las que muchos eran desconocidos, y sin la presencia obligada de los<br />
brazos o estamentos del clero y la nobleza, aquella chusma de indocumentados y de<br />
parásitos, a título de suplentes, decidieron lo que había de ser la futura Constitución de<br />
España.