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Masonería - Generalísimo Francisco Franco

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términos en que lo había hecho en Ginebra, nuestra situación actual en relación con el<br />

Directorio, las persecuciones de que éramos objeto por parte de las autoridades<br />

provinciales y locales en determinados sitios, de que ellas se ajustaban al plan de<br />

persecución inspirado por elementos jesuíticos; los sinsabores y disgustos que a nosotros<br />

nos podría producir una política de hostilidad y acoso a la masonería, hoy universalmente<br />

estimada y respetada, si se exceptúa Italia, donde las persecuciones obedecen a razones<br />

políticas y a presiones de los elementos religiosos. Hice historia al embajador de nuestra<br />

conducta y proceder desde el día en que se constituyó el Directorio Militar; de cómo éste<br />

atendió nuestras quejas; de las resistencias de las autoridades locales a seguir las normas<br />

que le fueron trazadas por el general Nouvilas, de acuerdo con las declaraciones del<br />

general Primo de Rivera, distinguiéndose en esta actitud las autoridades gubernativas de<br />

Barcelona, Sevilla, Córdoba y Valladolid, en contraste con las de Madrid, Valencia,<br />

Alicante, Almería y Oviedo, que jamás nos causaron daño ni molestia. También cuidé de<br />

insinuar con toda transparencia el peligro en que estábamos, si las persecuciones<br />

proseguían o no se rectificaba radicalmente la política de los Gobiernos Civiles de<br />

Barcelona, Sevilla, Córdoba y Valladolid, de tener que realizar una acción defensiva que<br />

pudiera tener repercusiones en el exterior, que todos estábamos obligados a evitar por el<br />

buen nombre y prestigio de España.<br />

“No le oculté que dentro de la orden existía una corriente fuerte que, sintiéndose<br />

humillada y vejada por estas persecuciones, que ya no se estilan en el mundo civilizado,<br />

pedía una campaña de protesta franca y clara, tanto más necesaria cuanto que la<br />

masonería se abstenía de toda labor política y no participaba para nada en ella”.<br />

“Le invité con viva insistencia a que me expusiese sin rodeos ni eufemismos su<br />

criterio sobre este problema, que Podía ser para la masonería española de una capital<br />

importancia. La contestación del embajador fué terminante: “En mi próximo viaje a España<br />

me ocuparé de esta cuestión. Se la plantearé personalmente al presidente del Directorio<br />

Militar, y, siendo cierto que ustedes no hacen política ni se mezclan en ella, haré saber<br />

oficialmente mi opinión de que no pueden ni deben ser ustedes molestados por nadie.”<br />

“Para conocimiento de todos los hermanos, debo consignar mi firme impresión,<br />

sacada de este diálogo, de que el embajador en Paris está perfectamente informado de<br />

nuestra labor en el extranjero, sigue con atención y conocimiento perfecto nuestros<br />

trabajos, y, aunque el embajador es un hombre de ideas muy conservadoras, conocedor<br />

de los fines y medios que nuestra institución persigue y emplea, tiene para ella toda clase<br />

de respetos.’’<br />

De cómo pagó a la Monarquía y al Directorio la masonería tanta comprensión y<br />

generosidad, nos lo demuestran las conspiraciones desleales de la orden para el<br />

derrocamiento del régimen y los cinco años de política masónica de persecuciones y de<br />

vergúenzas nacionales. Una cosa es lo que la masonería públicamente dice, y otra muy<br />

contraria, lo que en la práctica realiza.

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