Masonería - Generalísimo Francisco Franco
Masonería - Generalísimo Francisco Franco
Masonería - Generalísimo Francisco Franco
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
la perfidia. Por eso el mejor servicio que puede hacerse a la causa de la fe y de la justicia<br />
es el sacar a la luz y descubrir esos sistemas de que la masonería se vale para anular la<br />
voluntad de las naciones y uncirlas a la carroza de sus ambiciones. La expulsión de la<br />
Compañía de Jesús de Portugal y Francia y el intento de extinción de la Orden por<br />
intermedio del Papa, son piezas maestras de la maldad masónica que es conveniente<br />
analizar.<br />
Desde que la masonería se extiende por el occidente europeo y nobles o intelectuales<br />
masones escalan los Consejos de la Corona, la masonería está laborando en el desarrollo<br />
de su plan con secreto, constancia y cautela. Estimulan los masones la indolencia y la<br />
pereza reales con la idea cómoda de que el Rey sólo debe reinar y ser feliz y dejar los<br />
cuidados del Gobierno a sus ministros. El aislamiento del príncipe en su palacio y los<br />
favores que pueden dispensarse desde el Poder, permite fácilmente a los masones<br />
encumbrados el crearle al Rey el ambiente favorable. Cualquiera pasión o vanidad, el<br />
menor recelo que el príncipe preste a otros príncipes, magnates o favoritos es explotado<br />
por los masones en favor o en contra, según convenga a sus designios.<br />
No perdió el tiempo la masonería, y una de sus primeras consignas, esparcida a los<br />
masones de Europa, fue la de preparar el futuro haciendo que la educación de los<br />
príncipes cayese en manos de intelectuales afectos a la secta. Así sucedió en España con<br />
nuestro Monarca, que habiendo pasado a los quince años a Italia, y pese a la gran<br />
religiosidad de su augusta madre, Isabel de Farnesio, se asimiló el ambiente de tolerancia<br />
hacia los masones que invadía la Corte de Nápoles. Su poco afecto a la Compañía de<br />
Jesús, como consecuencia de ello, lo expresa ya en su carta el omnipotente ministro<br />
Tanucci, al ceder a su hijo tercero la Corona de las dos Sicilias, y en la que le anuncia: “Te<br />
diré que también puedes llevar confesor, pero no jesuita.” Y si bien este Rey se sometió a<br />
las costumbres españolas, lo hizo con poca simpatía, eligiendo sus ministros entre los<br />
enciclopedistas y los masones, convirtiéndose de hecho en juguete de sus maquinaciones.<br />
Sólo la presencia de la Reina madre, mientras vivió, puso un obstáculo al avance de las<br />
conquistas masónicas.<br />
El caso portugués del marqués de Pombal es harto aleccionador. Nacido de una<br />
familia pobre, después de desempeñar cargos importantes en Inglaterra y Alemania y de<br />
haber penetrado en la intimidad de las logias hasta hacerse uno de sus más altos<br />
dignatarios, aparece en Portugal tras la conquista del Poder, y para llegar al favor del<br />
inexperto Rey José I, débil y timorato, busca el tortuoso camino del confesor del Rey, el del<br />
jesuita padre Moreira, tras introducir un hijo suyo en la Compañía de Jesús; en este<br />
camino lo difícil es dar los primeros pasos; mas conseguido esto, la inteligencia de<br />
Pombal, su audacia, su ambición y su falta de escrúpulos habían de facilitar el resto.<br />
Capaz y constructivo en muchos aspectos del gobierno, consigue destacar entre los<br />
consejeros reales, pasar de primer secretario de Estado a primer ministro y sujetar a su<br />
voluntad el ánimo débil y vacilante del Monarca, en el que vierte el recelo y la envidia por<br />
la prestancia y simpatía del principe, su hermano, al que hace aparecer ganándose con<br />
mal ánimo la voluntad popular, sembrando en la conciencia del Monarca ser los jesuitas<br />
los que fomentan y apoyan la maniobra; mas cuando en el ánimo del Rey se encuentra el<br />
asunto en sazón para fulminar la tormenta contra la Orden, un hecho providencial,<br />
constituido por el terremoto y voraz incendio de Lisboa, en 1753, contuvo la persecución.<br />
¿Hecho providencial, castigo divino? El caso es que la caridad de los hijos de Loyola brilló<br />
en aquellos momentos a alturas inigualables. Amigos y enemigos reconocieron los<br />
servicios en aquella ocasión prestados por la Orden, que traspasaron los muros de la<br />
mansión real, llegando hasta las gradas del Trono. Mas todo sería cuestión de tiempo y<br />
Pombal sabía esperar.<br />
No cejaba el primer ministro en su obra de propaganda desde el Poder contra la<br />
Compañía de Jesús, y pronto vió la luz en Portugal, y traducida a los distintos idiomas fué