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Al Hilo de la Conversación

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INfANCIAS RECupERADAS<br />

“Mi madre tuvo veintidós embarazos, siempre estaba criando o<br />

embarazá. Debía estar <strong>de</strong>strozá con tanto niño…, <strong>la</strong> verdad es que<br />

yo <strong>la</strong> recuerdo <strong>de</strong>licá, no tenía mucha energía pa na… Lo único que<br />

hacía era hacer <strong>de</strong> comer, luego se sentaba a hacer croché y ya está.<br />

Pero no era triste, no era una mujer que estuviera amargá. Tampoco<br />

es que fuera alegre, era normal, para el<strong>la</strong> to eso era normal… Murió<br />

que tendría unos cincuenta y dos años, mu joven. Entonces mi padre<br />

se buscó enseguía a otra mujer, pero entonces nadie quería una madrastra,<br />

no era como ahora…” (Antonia).<br />

No hay duda que Antonia tiene una i<strong>de</strong>a muy c<strong>la</strong>ra <strong>de</strong>l papel tan importante<br />

que tuvo su madre, a pesar <strong>de</strong> su <strong>de</strong>licada salud, provocada posiblemente<br />

por sus continuos embarazos y partos. Por eso afirma emocionada:<br />

“Una madre no <strong>de</strong>bería faltar nunca <strong>de</strong> una casa. En mi casa pasó <strong>de</strong> to<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> morirse el<strong>la</strong>”.<br />

Con un hilillo <strong>de</strong> voz, Antoñita hab<strong>la</strong> <strong>de</strong> su madre y se resiste a explicar<br />

su triste final. Es un tema que, comprensiblemente elu<strong>de</strong>, para el que no le<br />

salen <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras justas, así que se limita a <strong>de</strong>cir: “¿mi madre...? mu cariñosa,<br />

nunca nos puso <strong>la</strong> mano encima”.<br />

Pero no pue<strong>de</strong> evitar referirse, con pena, a su sufrimiento y aguante,<br />

única justificación a su trágica <strong>de</strong>saparición.<br />

“Mi madre, <strong>la</strong> pobrecita, to el día pidiendo: Antonio, dame algo pa<br />

comprar, anda, dame algo… Aunque el<strong>la</strong> vendía sus huevos, su leche<br />

y sus cosas <strong>de</strong> <strong>la</strong> huerta y tenía siempre dinero. Mi hermana y yo<br />

cosíamos lo que podíamos pa <strong>la</strong> calle y ganábamos algo. Entonces se<br />

hacía <strong>de</strong> to, camisas, pantalones… De to. El<strong>la</strong> aguantando…, era mu<br />

sufría. No se enfadaba con mi padre, a pesar <strong>de</strong> lo que él nos hacía, y<br />

nosotras a cal<strong>la</strong>r, porque había “leña por un tubo”” (Antoñita).<br />

Era inevitable que otras mujeres hicieran referencia a <strong>la</strong> capacidad <strong>de</strong><br />

aguante que tenían <strong>la</strong>s mujeres <strong>de</strong> <strong>la</strong> época. Cuqui y Encarna se refieren a<br />

sus madres <strong>de</strong> ese modo y <strong>la</strong>s califican como severas. El mo<strong>de</strong>lo que el<strong>la</strong>s<br />

nos presentan ya no es tanto el <strong>de</strong> <strong>la</strong> mujer que ha sufrido mucho y que se<br />

resigna a todo, sino el <strong>de</strong> <strong>la</strong> que tiene que tomar <strong>la</strong>s riendas <strong>de</strong> <strong>la</strong> casa y <strong>de</strong><br />

los hijos y no pue<strong>de</strong> mostrarse b<strong>la</strong>nda.<br />

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