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Al Hilo de la Conversación

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EL mAtRImONIO COmO DEStINO<br />

¿cómo pago yo ese dinero si lo puedo pagar pa un piso <strong>de</strong> compra<br />

y ya tengo <strong>la</strong> vivienda propia? Me pasé muchas noches sin dormir.<br />

Se me metió en <strong>la</strong> cabeza y echaba cuentas y veía que mis hijos me<br />

podían ayudar y mi trabajo. Yo veía que no tenía problemas, que nosotros<br />

teníamos una casa en La Barca y siempre podíamos ven<strong>de</strong>r<strong>la</strong>,<br />

y quedarnos allí en Palma, que es don<strong>de</strong> estaba el trabajo. Ahora ya<br />

sabemos que es lo mejor que pu<strong>de</strong> hacer. No he tenío que ven<strong>de</strong>r na,<br />

ni pedir a mis hijos un céntimo” (Isabel).<br />

Resultaría <strong>de</strong>masiado extenso el re<strong>la</strong>to <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida <strong>de</strong> Isabel en Palma<br />

<strong>de</strong> Mallorca, pero <strong>de</strong> lo que el<strong>la</strong> nos contó se pue<strong>de</strong> sacar al menos una<br />

conclusión: Isabel <strong>de</strong>mostró que era una mujer <strong>de</strong>cidida y empren<strong>de</strong>dora,<br />

y a<strong>de</strong>más cumplió esa promesa que se había hecho a sí misma: “vivir ma<strong>la</strong>mente,<br />

como antes, yo no vivo”.<br />

La historia <strong>de</strong> Pepa también es una historia <strong>de</strong> lucha, sacrificio y generosidad.<br />

A través <strong>de</strong> su re<strong>la</strong>to nos acercamos a un hecho muy general<br />

en La Barca y que prácticamente todas <strong>la</strong>s mujeres lo vivieron: tener que<br />

compartir casa e ingresos, durante los primeros años <strong>de</strong> matrimonio, con<br />

<strong>la</strong> familia <strong>de</strong>l marido.<br />

“A él no le corría bul<strong>la</strong> casarse, pero a<strong>de</strong>más es que su madre era<br />

viuda, sin paga y con hijos a su cargo. C<strong>la</strong>ro, él quería recogerse,<br />

pero su situación no era pa casarse, no podíamos. Por eso me casé<br />

ya con veintiocho años. Después <strong>de</strong> casarnos nos fuimos a una casa<br />

que le dieron a mi marío, cerca <strong>de</strong> don<strong>de</strong> trabajaba él: en La Marmolil<strong>la</strong>.<br />

Nos compramos <strong>la</strong>s cosas <strong>de</strong> <strong>la</strong> casa entre los dos y se vino mi<br />

suegra a vivir con nosotros. Como no tenían don<strong>de</strong> vivir… Hemos<br />

vivío juntas veintidós años; nos hemos ayudao mucho <strong>la</strong> una a <strong>la</strong><br />

otra” (Pepa P.).<br />

Pero Pepa no se queja, sino que consi<strong>de</strong>ra normal eso <strong>de</strong> ayudarse mutuamente.<br />

Es verdad que el<strong>la</strong> acogió a <strong>la</strong> familia <strong>de</strong> su marido en su casa, pero<br />

eso le permitió seguir trabajando, a pesar <strong>de</strong> tener una familia numerosa.<br />

“Entre los veintiocho y los treinta y nueve años tuve siete hijos, así<br />

que mira si me tuve que espabi<strong>la</strong>r y trabajar. Yo seguí trabajando en<br />

el campo, gracias a que mi suegra se quedaba con los críos. El<strong>la</strong> me<br />

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