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Arlt, Roberto - El juguete rabioso - ET Nº32 DE 14

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Robert <strong>Arlt</strong> - <strong>El</strong> <strong>juguete</strong> <strong>rabioso</strong> <strong>El</strong> Ortiba<br />

salón de billares llegaba el ruido de tacos con que algunos entusiastas aplaudían una carambola<br />

complicadísima.<br />

—¿Vamos a jugar un tute arrastrado?<br />

—Dejate de tute, hombre.<br />

—Parece que llueve.<br />

—Mejor —dijo Enrique—. Estas noches agradaban a Montparnasse y a Tenardhier. Tenardhier<br />

decía: "Más hizo Juan Jacobo Rousseau." Era un ranún el Tenardhier ése, y esa parte del caló es<br />

formidable.<br />

gris.<br />

—¿Llueve todavía?<br />

Volví los ojos a la plazoleta.<br />

<strong>El</strong> agua caía oblicuamente, y entre dos hileras de árboles el viento la ondulaba en un cortinado<br />

Mirando el verdor de los ramojos y follajes iluminados por la claridad de plata de los arcos<br />

voltaicos, sentí, tuve una visión en parques estremecidos en una noche de verano, por el rumor de las<br />

fiestas plebeyas y de los cohetes rojos reventando en lo azul. Esa evocación inconsciente me<br />

entristeció.<br />

De aquella última noche azarosa conservo lúcida memoria.<br />

Los músicos desgarraron una pieza que en la pizarra tenía el nombre de "Kiss-me"<br />

En el ambiente vulgar, la melodía onduló el ritmo trágico y lejano. Diría que era la voz de un<br />

coro de emigrantes pobres en la sentina de una trasatlántico mientras el sol se hundía en las pesadas<br />

aguas verdes.<br />

Recuerdo cómo me llamó la atención el perfil de un violinista de cabeza socrática y calva<br />

resplandeciente. En su nariz cabalgaban anteojos de cristales ahumados y se reconocía el esfuerzo de<br />

aquellos ojos cubiertos, por la forzada inclinación del cuello sobre el atril.<br />

Lucio me preguntó:<br />

—¿Seguís con <strong>El</strong>eonora?<br />

—No, ya cortamos. No quiere ser más mi novia.<br />

—¿Por qué?<br />

—Porque sí.<br />

La imagen adunada al langor de los violines me penetró con violencia. Era un llamado de mi<br />

otra voz, a la mirada de su rostro sereno y dulce. ¡Oh!, cuánto me había extasiado de pena su sonrisa<br />

ahora distante, y desde la mesa, con palabras de espíritu le hablé de esta manera, mientras gozaba una<br />

amargura más sabrosa que una voluptuosidad.<br />

¡Ah!, si yo hubiera podido decirte lo que te quería, así con la música del 'Kiss-me'... disuadirte<br />

con este llanto... entonces quizá... pero ella me ha querido también... ¿no es verdad que me quisiste,<br />

<strong>El</strong>eonora?"

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