Arlt, Roberto - El juguete rabioso - ET Nº32 DE 14
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Robert <strong>Arlt</strong> - <strong>El</strong> <strong>juguete</strong> <strong>rabioso</strong> <strong>El</strong> Ortiba<br />
una bagatela, acertar con un gesto compungido, interesarse vivamente por lo que maldito si nos<br />
interesa, ser múltiple, flexible y gracioso, agradecer con donaire una insignificancia, no<br />
desconcertarse ni darse por aludido al escuchar una grosería, y sufrir, sufrir pacientemente el tiempo,<br />
los semblantes agrios y malhumorados, las respuestas rudas e irritantes, sufrir para poder ganar<br />
algunos centavos, porque "así es la vida".<br />
Si en la dedicación se estuviera solo... mas hay que comprender que en el mismo lugar donde<br />
disertamos sobre la ventaja de entablar negocios con nosotros, han pasado muchos vendedores<br />
ofreciendo la misma mercadería en distintas condiciones, a cual más ventajosa para el comerciante.<br />
¿Cómo se explica que un hombre escoja a otro entre muchos, para beneficiarse beneficiándole?<br />
No parecerá entonces exagerado decir que entre un individuo y el comerciante se han<br />
establecido vínculos materiales y espirituales, relación inconsciente o simulada de ideas económicas,<br />
políticas, religiosas y hasta sociales, y que una operación de venta, aunque sea la de un paquete de<br />
agujas, salvo perentoria necesidad, eslabona en sí más dificultades que la solución del binomio de<br />
Newton.<br />
Pero ¡si fuera esto solo!<br />
Además, hay que aprender a dominarse, para soportar todas las insolencias de los burgueses<br />
menores.<br />
Por lo general, los comerciantes son necios astutos, individuos de baja extracción, y que se han<br />
enriquecido a fuerza de sacrificios penosísimos, de hurtos que no puede penar la ley, de<br />
adulteraciones que nadie descubre o todos toleran.<br />
<strong>El</strong> hábito de la mentira arraiga en esta canalla acostumbrada al manejo de grandes o pequeños<br />
capitales y ennoblecidos por los créditos que les conceden una patente de honorabilidad y tienen por<br />
eso espíritu de militares, es decir, habituados a tutear despectivamente a sus inferiores, así lo hacen<br />
con los extraños que tienen necesidad de aproximarse a ellos para poder medrar.<br />
¡Ah!, y cómo hieren los gestos despóticos de esos tahúres enriquecidos, que inexorables tras las<br />
mirillas del escritorio anotan sus ganancias; cómo crispan en ímpetus asesinos esas jetas innobles que<br />
responden:<br />
—Déjese de joder, hombre, que nosotros compramos a casas principales.<br />
Sin embargo, se tolera, y se sonríe y se saluda... porque "así es la vida".<br />
A veces, terminado mi recorrido, y si quedaba en camino, iba a echar un parrafito con el<br />
cuidador de carros de la feria de Flores.<br />
<strong>El</strong>la era como otras tantas.<br />
Al fondo de la calle de casas con fachadas encaladas, cubierta por un océano de sol, ésta se<br />
presentaba inopinadamente.<br />
<strong>El</strong> viento traía agrio olor a verduras, y los toldos de los puestos sombreaban los mostradores de<br />
estaño dispuestos paralelamente a la vereda, en el centro de la calzada.<br />
Aún tengo el cuadro ante los ojos.<br />
Se compone de dos filas.