Arlt, Roberto - El juguete rabioso - ET Nº32 DE 14
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Robert <strong>Arlt</strong> - <strong>El</strong> <strong>juguete</strong> <strong>rabioso</strong> <strong>El</strong> Ortiba<br />
—¡Pibe!<br />
<strong>El</strong> Pibe, que estaba riñendo con otros vagos de su calaña, reaparecía:<br />
No tenía diez años de edad, y menos de cuatro pies de estatura, pero en su rostro romboidal<br />
como el de un mogol, la miseria y toda la experiencia de la vagancia habían lapidado arrugas<br />
indelebles.<br />
Tenía la nariz chata, los labios belfos, y además era enormemente cabelludo, de una lana rizada<br />
y tupida entre cuyos aros desaparecían las orejas. Todo este cromo aborigen y sucio se ataviaba con<br />
un pantalón que le llegaba hasta los tobillos, y una blusa negra de lechero vasco.<br />
<strong>El</strong> Rengo le ordenó imperativamente:<br />
—Agarrá eso.<br />
<strong>El</strong> Pibe se echó la bolsa a la espalda y rápidamente marchó.<br />
Era criado, cocinero, mucamo y ayudante del Rengo.<br />
Éste lo recogió como se recoge un perro, y en cambio de sus servicios lo vestía y alimentaba; y<br />
el Pibe era fidelísimo servidor de su amo.<br />
—Fijate —me contaba—, el otro día, al abrir la cartera una mujer en un puesto, se le caen cinco<br />
pesos. <strong>El</strong> Pibe los tapa con el pie y después lo alza. Vamos a casa y no había ni "medio" de carbón.<br />
"—Andá a ver si te fían.<br />
"—No hace falta —me contesta el loco, y pela los cinco mangos.<br />
—Caramba, no es malo.<br />
—Y de ahí para la "biaba". ¿Además no sabés lo que hace?<br />
—Contá.<br />
—¡Pero date cuenta!... Una tarde veo que sale.<br />
"—¿Adónde vas? —le digo.<br />
"—A la iglesia.<br />
"—Me cazzo, ¿a la iglesia?<br />
"—'Manyá'.<br />
"Y me empieza a contar que de la caja que hay metida en la pared a la entrada, para la limosna,<br />
había visto asomar la colita de un peso. Resulta que lo habían entrado apretado, y él con un alfiler lo<br />
sacó. Y se había hecho un ganchito con un alfiler para ir a pescar dentro de la caja todos los pesos<br />
que haya. ¿Te das cuenta?..."<br />
<strong>El</strong> Rengo se ríe, y si dudo que el Pibe haya inventado ese anzuelo, no dudo en cambio que sea<br />
el pescador, mas no se lo digo, y palmoteándole en la espalda, exclamo:<br />
—¡Ah, Rengo, Rengo!...