Arlt, Roberto - El juguete rabioso - ET Nº32 DE 14
Arlt, Roberto - El juguete rabioso - ET Nº32 DE 14
Arlt, Roberto - El juguete rabioso - ET Nº32 DE 14
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Robert <strong>Arlt</strong> - <strong>El</strong> <strong>juguete</strong> <strong>rabioso</strong> <strong>El</strong> Ortiba<br />
Ahora estaba pálido, las pupilas voraces dilatadísimas, y en los párpados ennegrecidos<br />
rebrillante una lágrima. Su mano cayó sobre mi brazo.<br />
—Déjame aquí, no me eches.<br />
—Entonces usted... vos sos...<br />
Arrastrándome me empujó al borde del lecho y se sentó a mis pies.<br />
—Sí, soy así, me da por rachas.<br />
Su mano se apoyaba en mi rodilla.<br />
—Me da por rachas.<br />
Era profunda y amarga la voz del adolescente.<br />
—Sí, soy así... me da por rachas.<br />
Una pena miedosa temblaba en su voz. Después su mano cogió mi mano y la puso de canto<br />
sobre su garganta para apretármela con el mentón. Habló en voz muy baja, casi un soplo.<br />
—¡Ah, si hubiera nacido mujer. ¿Por qué será así esta vida?<br />
En las sienes me batían las venas terriblemente.<br />
Él me preguntó: —¿Cómo te llamas?<br />
—Silvio.<br />
—¿Decime, Silvio, no me despreciás?... pero no... vos no tenés cara... ¿cuántos años tenés?<br />
Enronquecido le contesté:<br />
—Dieciséis... ¿pero estás temblando?...<br />
—Sí... querés... vamos...<br />
De pronto le vi, sí, le vi... En el rostro congestionado le sonreían los labios... sus ojos también<br />
sonreían con locura... y súbitamente, en la precipitada caída de sus ropas, vi ondular la puntilla de<br />
una camisa sucia sobre la cinta de carne que en los muslos dejaban libre largas medias de mujer.<br />
Lentamente, como en un muro blanqueado de luna, pasó por mis ojos el semblante de<br />
imploración de la niña inmóvil junto a la verja negra. Una idea fría —si ella supiera lo que hago en<br />
este momento— me cruzó la vida.<br />
Más tarde me acordaría siempre de aquel instante. Retrocedí huraño, y mirándolo, le dije<br />
despacio:<br />
—Andate.<br />
—¿Qué?<br />
Más bajo aún le repetí:<br />
—Andate.