Arlt, Roberto - El juguete rabioso - ET Nº32 DE 14
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Robert <strong>Arlt</strong> - <strong>El</strong> <strong>juguete</strong> <strong>rabioso</strong> <strong>El</strong> Ortiba<br />
Imágenes adormecidas hacía mucho tiempo, semejantes a nubes se levantaron en mi<br />
conciencia, el resplandor solar que hería las pupilas, un gran sueño se apoderaba de mis sentidos y a<br />
instantes hablaba precipitadamente sin ton ni son.<br />
<strong>El</strong> Rengo me escuchaba abstraído.<br />
De pronto una idea sutil se bifurcó en mi espíritu, yo la sentí avanzar en la entraña cálida, era<br />
fría como un hilo de agua y me tocó el corazón.<br />
"¿Y si lo delatara?"<br />
Temeroso de que hubiera sorprendido mi pensamiento, miré sobresaltado al Rengo, que a la<br />
sombra del árbol, con los ojos adormecidos miraba la cancha, donde las bochas estaban esparcidas.<br />
Aquél era un lugar sombrío, propicio para elaborar ideas feroces.<br />
La calle Nazca ancha se perdía en el confín. Junto al muro alquitranado de un alto edificio, el<br />
bodeguero tenía adosado su cuarto de madera pintado de verde, y en el resto del terreno se extendían<br />
paralelas las franjas de tierra enarenada.<br />
Varias mesas de hierro se hallaban en distintos puntos.<br />
Nuevamente pensé:<br />
"¿Y si lo delatara?"<br />
Con la barbilla apoyada en el pecho y el sombrero echado encima de la frente, el Rengo se<br />
había dormido. Un rayo de sol le caía sobre una pierna, con el pantalón manchado de lamparones de<br />
grasa.<br />
Entonces un gran desprecio me envaró el espíritu, y cogiéndole bruscamente de un brazo, le<br />
grité:<br />
—Rengo.<br />
—Eh... eh... ¿qué hay?<br />
—Vamos, Rengo.<br />
—¿A dónde?<br />
—A casa. Tengo que preparar la ropa. Esta noche damos el golpe y mañana rajamos.<br />
—Cierto, vamos.<br />
Una vez solo, varios temores se levantaron en mi entendimiento. Yo vi mi existencia<br />
prolongada entre todos los hombres. La infamia estiraba mi vida entre ellos y cada uno de ellos podía<br />
tocarme con un dedo. Y yo, ya no me pertenecía a mí mismo para nunca jamás.<br />
Decíame:<br />
"Porque si hago eso destruiré la vida del hombre más noble que he conocido.<br />
"Si hago eso me condeno para siempre.<br />
"Y estaré solo, y seré como Judas Iscariote.