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Arlt, Roberto - El juguete rabioso - ET Nº32 DE 14

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Robert <strong>Arlt</strong> - <strong>El</strong> <strong>juguete</strong> <strong>rabioso</strong> <strong>El</strong> Ortiba<br />

Y el Rengo se ríe con una risa que le tuerce los labios descubriéndole los dientes.<br />

Algunas veces en la noche.<br />

Piedad, quién tendrá piedad de nosotros.<br />

Sobre esta tierra quién tendrá piedad de nosotros. Míseros, no tenemos un Dios ante quien<br />

postrarnos y toda nuestra pobre vida llora.<br />

¿Ante quién me postraré, a quién hablaré de mis espinos y de mis zarzas duras, de este dolor<br />

que surgió en la tarde ardiente y que aún es en mí?<br />

Qué pequeñitos somos, y la madre tierra no nos quiso en sus brazos y henos aquí acerbos,<br />

desmantelados de impotencia.<br />

¿Por qué no sabemos de nuestro Dios?<br />

¡Oh! Si Él viniera un atardecer y quedamente nos abarcara con sus manos las dos sienes.<br />

¿Qué más podríamos pedirle? Echaríamos a andar con su sonrisa abierta en la pupila y con<br />

lágrimas suspendidas de las pestañas.<br />

Un día jueves a las dos de la tarde, mi hermana me avisó que un individuo estaba a la puerta<br />

esperándome.<br />

Salí, y con la consiguiente sorpresa, encontré al Rengo, más decentemente trajeado que de<br />

costumbre, pues había reemplazado su pañuelo rojo por un modesto cuello de tela, y a las floreadas<br />

alpargatas las sustituía un flamante par de botines.<br />

—¡Hola! ¿Vos por acá?<br />

—¿Estás desocupado, Rubio?<br />

—Sí, ¿por qué?<br />

—Entonces salí, tenemos que hablar.<br />

—Cómo no, esperame un momento.<br />

Y entrando rápidamente me puse el cuello, cogí el sombrero y salí. De más está decir que<br />

inmediatamente sospeché algo, y aunque no podía imaginarme el objeto de la visita del Rengo,<br />

resolví estar en guardia.<br />

Una vez en la calle examinando su semblante reparé que tenía algo importante que<br />

comunicarme, pues observábame a hurtadillas, mas me retuve en la curiosidad, limitándome a<br />

pronunciar un significativo:<br />

—¿Y?...<br />

—Hace días que no venís a la feria —comentó.<br />

—Sí... estaba ocupado... ¿Y vos?<br />

<strong>El</strong> Rengo tornó a mirarme. Como caminábamos por una vereda sombreada, diose a hacer<br />

observaciones acerca de la temperatura; después habló de la pobreza, de los trastornos que le traían

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