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La Educación Cristiana (1975) - Iglesia Adventista del Séptimo Día ...

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136 <strong>La</strong> <strong>Educación</strong> <strong>Cristiana</strong><br />

a las tentaciones que encontrarían en todas direcciones. Esta es una<br />

oración que todo padre y madre debiera elevar. ¿Pero habrían de<br />

interceder así en favor de sus hijos, dejándolos luego hacer lo que les<br />

plazca? ¿Habrían de regalar el apetito hasta que éste se hiciese dueño<br />

<strong>del</strong> terreno y esperar luego refrenar a los niños? No; la templanza<br />

y el dominio propio debieran enseñarse comenzando desde la cuna<br />

misma. Sobre la madre debe reposar mayormente la responsabilidad<br />

de esta tarea. El lazo terrenal más tierno es el que existe entre la<br />

madre y su hijo. El niño queda más prontamente impresionado por la<br />

vida y ejemplo de la madre que por los <strong>del</strong> padre, debido a este lazo<br />

de unión más fuerte y más tierno. No obstante, la responsabilidad<br />

de la madre es pesada, y ella debiera tener la ayuda constante de su<br />

esposo.<br />

<strong>La</strong> intemperancia en el comer y beber, en trabajar y en casi todas<br />

las cosas, existe por todas partes. Los que hacen grandes esfuerzos<br />

para ejecutar cierta suma de trabajo en un tiempo dado y siguen<br />

trabajando cuando su criterio les dice que deberían descansar, jamás<br />

son vencedores. Están viviendo de capital prestado. Están gastando<br />

la fuerza vital que necesitarán en un tiempo futuro. Y cuando se<br />

exija la energía que emplearon con tanta imprudencia, desfallecerán<br />

por falta de ella. Habrá desaparecido la fuerza física; decaerán las<br />

facultades mentales. Se darán cuenta de que han perdido algo, pero<br />

no sabrán lo que es. Su tiempo de necesidad habrá llegado, pero<br />

sus recursos físicos estarán agotados. Todo aquel que viola las leyes<br />

de la salud, deberá algún día sufrir en mayor o menor grado. Dios<br />

nos ha dotado de fuerza corporal, necesaria en diferentes períodos<br />

de nuestra vida. Si imprudentemente agotamos esta fuerza por el<br />

ajetreo constante, seremos perdedores algún día. Nuestra eficiencia<br />

se menoscabará, si acaso nuestra vida misma no se destruye.<br />

Como regla, el trabajo <strong>del</strong> día no debiera prolongarse por la<br />

noche. Si se aprovechan bien las horas <strong>del</strong> día, todo el trabajo continuado<br />

hasta la noche es extra y el recargado organismo se resentirá<br />

a causa de la carga que se le impone. Me fué mostrado que los que<br />

así proceden, a menudo pierden más de lo que ganan, por cuanto<br />

sus energías están agotadas y trabajan con nerviosidad. Puede<br />

ocurrir que no se den cuenta de ningún daño inmediato; pero están<br />

infaliblemente socavando su organismo.

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