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La Educación Cristiana (1975) - Iglesia Adventista del Séptimo Día ...

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[273]<br />

250 <strong>La</strong> <strong>Educación</strong> <strong>Cristiana</strong><br />

Se ha dicho con verdad: “Dime con quién andas, y te diré quién<br />

eres”. Los jóvenes no comprenden cuán sensiblemente quedan afectados<br />

su carácter y su reputación por su elección de compañías.<br />

Uno busca la compañía de aquellos cuyos gustos, hábitos y prácticas<br />

congenian con los suyos. El que prefiere la sociedad de los<br />

ignorantes y viciosos a la de los sabios y buenos, demuestra que su<br />

propio carácter es deficiente. Puede ser que al principio sus gustos<br />

y hábitos sean completamente diferentes de los gustos y hábitos de<br />

aquellos cuya compañía procura; pero a medida que trata con esta<br />

clase, cambian sus pensamientos y sentimientos; sacrifica los buenos<br />

principios, e insensible, aunque inevitablemente, desciende al nivel<br />

de sus compañeros. Como un arroyo adquiere las propiedades <strong>del</strong><br />

suelo donde corre, los principios y hábitos de los jóvenes se tiñen<br />

invariablemente <strong>del</strong> carácter de las compañías que tratan.<br />

Debe enseñarse a los alumnos a resistir firmemente las seducciones<br />

<strong>del</strong> mal que les llegan por el trato con otros jóvenes. Rodeados<br />

como están por las tentaciones, su única salvaguardia contra el mal<br />

consiste en que Cristo more en ellos. Deben aprender a mirar continuamente<br />

a Jesús, a estudiar sus virtudes, a hacer de él su mo<strong>del</strong>o<br />

diario. Entonces la verdad, introducida en el santuario íntimo <strong>del</strong><br />

alma, santificará la vida. Debe enseñárseles a pesar sus acciones,<br />

a razonar de causa a efecto, a medir la pérdida o ganancia eterna<br />

que significa la vida dedicada a servir al propósito <strong>del</strong> enemigo o al<br />

servicio de la justicia. Debe enseñárseles a elegir como compañeros<br />

a los que dan evidencia de integridad de carácter, los que practican<br />

la verdad bíblica. Por el trato con los que andan de acuerdo con los<br />

buenos principios, aun los negligentes aprenderán a amar la justicia.<br />

Y por la práctica <strong>del</strong> bien hacer, se creará en el corazón una<br />

repugnancia por lo trivial, común y diferente de los principios de la<br />

Palabra de Dios.<br />

<strong>La</strong> fuerza de carácter consiste en dos cosas: la fuerza de voluntad<br />

y el dominio propio. Muchos jóvenes consideran equivocadamente<br />

la pasión fuerte y sin control como fuerza de carácter; pero la verdad<br />

es que el que es dominado por sus pasiones es un hombre débil. <strong>La</strong><br />

verdadera grandeza y nobleza <strong>del</strong> hombre se miden por su poder<br />

de subyugar sus sentimientos, y no por el poder que tienen sus<br />

sentimientos de subyugarlo a él. El hombre más fuerte es aquel que,

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