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La Educación Cristiana (1975) - Iglesia Adventista del Séptimo Día ...

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Capítulo 57—Carácter y obra de los maestros<br />

<strong>La</strong> obra hecha en nuestros colegios y escuelas no ha de asemejarse<br />

a la que se hace en los colegios y seminarios <strong>del</strong> mundo. En<br />

la grandiosa tarea de la educación, la enseñanza de las ciencias no<br />

ha de ser de carácter inferior, pero se ha de considerar de primera<br />

importancia aquel conocimiento que habilite a un pueblo para estar<br />

firme en el gran día de la preparación de Dios. Nuestros colegios<br />

deben asemejarse más a las escuelas de los profetas. Deben ser<br />

colegios preparatorios donde los alumnos sean puestos bajo la disciplina<br />

de Cristo para aprender <strong>del</strong> Gran Maestro. Deben ser colegios<br />

familiares donde cada estudiante reciba ayuda especial de parte de<br />

sus docentes como los miembros de la familia debieran recibirla<br />

en el hogar. Se han de fomentar la ternura, la simpatía, la unidad y<br />

el amor. Debe haber docentes abnegados, consagrados y fieles, que<br />

constreñidos por el amor de Dios y llenos de ternura, cuiden de la<br />

salud y la felicidad de los alumnos, y procuren hacerlos progresar<br />

en toda rama importante <strong>del</strong> saber.<br />

Deben elegirse docentes entendidos para nuestros colegios y<br />

escuelas que se sientan responsables ante Dios por grabar en las<br />

inteligencias la necesidad de conocer a Cristo como Salvador personal.<br />

Desde el grado más alto al más bajo, deben demostrar especial<br />

cuidado por la salvación de los alumnos y mediante su esfuerzo personal<br />

procurarán guiar sus pies por senderos rectos. Deben mirar con<br />

compasión a aquellos que han sido mal enseñados en la infancia y<br />

tratar de remediar defectos que, si se conservan, perjudicarán grandemente<br />

el carácter. No puede hacer esta obra quien no haya aprendido<br />

primero en la escuela de Cristo la debida manera de enseñar.<br />

Todos los que enseñan en nuestros colegios deben tener una<br />

unión íntima con Dios y una perfecta comprensión de su Palabra,<br />

a fin de que puedan volcar la sabiduría y el conocimiento divinos<br />

en la obra de educar a los jóvenes para su utilidad en esta vida y<br />

para la vida futura e inmortal. Deben ser hombres y mujeres que<br />

no sólo conozcan la verdad sino que también sean hacedores de<br />

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