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La Educación Cristiana (1975) - Iglesia Adventista del Séptimo Día ...

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<strong>La</strong> primera escuela <strong>del</strong> niño 147<br />

que tanto contribuyen a despertar en las mentes de los jóvenes la<br />

enemistad y la amargura hacia sus padres y maestros y demasiado a<br />

menudo, resistencia a toda autoridad humana y divina.<br />

Muéstrese a los niños que la verdadera reverencia se revela por<br />

la obediencia. Dios no ha ordenado nada que no sea esencial, y no<br />

hay otra manera de manifestarle reverencia tan agradable fuera de la<br />

obediencia a lo que él dijo.<br />

<strong>La</strong> madre es la reina <strong>del</strong> hogar, y los niños son sus súbditos. Ella<br />

debe gobernar sabiamente su casa, en la dignidad de su maternidad.<br />

Su influencia en el hogar ha de ser suprema; su palabra, ley. Si ella<br />

es cristiana, bajo la dirección de Dios, conquistará el respeto de sus<br />

hijos. Decid a vuestros hijos exactamente lo que requerís de ellos.<br />

Luego hacedles comprender que deben obedecer a vuestra palabra.<br />

De esta manera les estaréis enseñando a respetar los mandamientos<br />

de Dios, que declaran sencillamente: “Harás” y “No harás”.<br />

Pocos padres empiezan bastante temprano a enseñar a sus hijos<br />

a obedecer. Generalmente se permite que el niño tome la <strong>del</strong>antera a<br />

sus padres en dos o tres años, al olvidarse de disciplinarlo, pensando<br />

que es demasiado joven para aprender a obedecer. Pero durante todo<br />

ese tiempo, el yo se está fortaleciendo en el pequeño ser, y cada día<br />

la tarea de los padres para obtener el dominio se hace más difícil. [158]<br />

Desde una edad muy temprana, los niños pueden comprender lo que<br />

se les dice con sencillez y claridad; y manejándolos con bondad y<br />

juicio se les puede enseñar a obedecer. Nunca debe permitírseles que<br />

manifiesten falta de respeto hacia sus padres. Nunca la terquedad se<br />

debe dejar sin reprensión. El futuro bienestar <strong>del</strong> niño requiere una<br />

disciplina bondadosa, amante, pero firme.<br />

Hay una afección ciega que permite a los niños que hagan lo<br />

que quieren. Pero dejar a un niño que siga sus impulsos naturales, es<br />

permitirle que su carácter se deteriore y se haga eficiente en el mal.<br />

Los padres sabios no dirán a sus hijos: “Sigue tu propia elección; ve<br />

adonde quieras, y haz lo que quieras”; sino “Escucha la instrucción<br />

<strong>del</strong> Señor”. A fin de que no se eche a perder la belleza de la vida <strong>del</strong><br />

hogar, deben hacerse y aplicarse reglas sabias en él.<br />

Es imposible describir el mal que resulta de dejar a un niño<br />

librado a su propia voluntad. Algunos de los que se extravían por<br />

habérselos descuidado en la infancia, volverán en sí más tarde por<br />

habérseles inculcado lecciones prácticas; pero muchos se pierden

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