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La Educación Cristiana (1975) - Iglesia Adventista del Séptimo Día ...

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240 <strong>La</strong> <strong>Educación</strong> <strong>Cristiana</strong><br />

estrellas <strong>del</strong> cielo, los árboles y flores <strong>del</strong> campo, las altas montañas,<br />

los murmurantes arroyos: todo les hablaba, y las voces de los<br />

profetas, oídas por todo el país, hallaban eco en sus corazones.<br />

Tal fué la disciplina de Moisés en la humilde cabaña de Gosén;<br />

de Samuel, mediante la fiel Ana; de David, en la colina de Belén;<br />

de Daniel, antes de que las escenas de la cautividad lo separasen<br />

<strong>del</strong> hogar de sus padres. Tal fué también, la infancia de Cristo en<br />

el humilde hogar de Nazaret; tal la enseñanza mediante la cual el<br />

niño Timoteo aprendió de labios de su madre Eunice y de su abuela<br />

Loida, las verdades de la Sagrada Escritura.<br />

Se hizo provisión adicional para la enseñanza de los jóvenes por<br />

el establecimiento de la “escuela de los profetas”. Si un joven deseaba<br />

obtener un conocimiento mejor de las Escrituras, profundizarse<br />

en los misterios <strong>del</strong> reino de Dios y buscar sabiduría de lo alto para<br />

ser un maestro en Israel, esta escuela estaba abierta para él.<br />

Samuel estableció las escuelas de los profetas para que sirviesen<br />

de barrera contra la extendida corrupción resultante de la conducta<br />

inicua de los hijos de Elí y para fomentar el bienestar moral y espiritual<br />

<strong>del</strong> pueblo. Estas escuelas fueron una gran bendición para<br />

Israel al promover aquella justicia que engrandeció a una nación y<br />

la dotó de hombres aptos para actuar, en el temor de Dios, como<br />

dirigentes y consejeros. Al llevar a cabo este objeto, Samuel formó<br />

grupos de jóvenes piadosos, inteligentes y estudiosos. Se los llamó<br />

hijos de los profetas. Los instructores eran hombres no solamente<br />

versados en la verdad divina, sino personas que habían gozado por<br />

sí mismas de comunión con Dios y habían recibido el don especial<br />

de su Espíritu. Gozaban <strong>del</strong> respeto y la confianza <strong>del</strong> pueblo, por<br />

ser doctos y piadosos.<br />

En los días de Samuel, había dos escuelas de esta clase: una en<br />

Rama, hogar <strong>del</strong> profeta, y la otra en Kiryat-jearim, donde entonces<br />

estaba el arca. Dos fueron añadidas en tiempo de Elías, en Jericó y<br />

Betel, y otras se establecieron más tarde en Samaria y Gilgal.<br />

Los alumnos de estas escuelas se sostenían a sí mismos por<br />

medio de su propio trabajo como labradores y mecánicos. En Israel<br />

esto no se consideraba extraño o degradante; se tenía por un crimen<br />

el dejar que un niño creciese ignorando algún trabajo útil. En obediencia<br />

al mandato de Dios, a cada niño se le enseñaba algún oficio,<br />

aun en el caso de que tuviese que ser educado para un cargo sagrado.

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