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La Educación Cristiana (1975) - Iglesia Adventista del Séptimo Día ...

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Los internados 395<br />

se formalizan relaciones y amistades que acaban en una unidad de<br />

corazón y en una atmósfera de amor agradables a la vista <strong>del</strong> cielo.<br />

Especialmente aquellos que han gustado el amor de Cristo debieran<br />

desarrollar sus facultades sociales; pues de esta manera pueden<br />

ganar almas para el Salvador. Cristo no debiera ser ocultado en sus<br />

corazones, encerrado como tesoro codiciado, sagrado y dulce, que<br />

sólo ha de ser gozado por ellos; ni tampoco debieran ellos manifestar<br />

el amor de Cristo sólo hacia aquellos que les son más simpáticos.<br />

Se debe enseñar a los alumnos la manera de demostrar, como Cristo,<br />

un amable interés y una disposición sociable para con aquellos<br />

que se hallan en la mayor necesidad, aun cuando los tales no sean<br />

sus compañeros preferidos. En todo momento y en todas partes, [438]<br />

manifestó Jesús amante interés en la familia humana y esparció en<br />

derredor suyo la luz de una piedad alegre. Se debe enseñar a los<br />

estudiantes a seguir sus pisadas. Se les ha de enseñar a manifestar<br />

interés cristiano, simpatía y amor hacia sus compañeros jóvenes y a<br />

empeñarse en atraerlos a Jesús; Cristo debiera ser en sus corazones<br />

como un manantial de agua que brote para vida eterna, que refresque<br />

a todos aquellos con quienes tratan.<br />

Es este ministerio voluntario y amante prestado a otros en momentos<br />

de necesidad el que Dios aprecia. De esta manera, aun mientras<br />

asisten a la escuela, los alumnos pueden ser, si son fieles a su<br />

profesión, misioneros vivos para Dios. Todo esto llevará tiempo;<br />

pero el tiempo así empleado es de provecho, porque así aprende el<br />

alumno a presentar el cristianismo al mundo.<br />

Cristo no rehusó alternar con otros en trato amistoso. Cuando<br />

era invitado a un banquete por un fariseo o un publicano, aceptaba<br />

la invitación. En tales ocasiones cada palabra que pronunciaba tenía<br />

sabor de vida para sus oyentes; porque hacía de la hora de la comida<br />

una ocasión para impartir muchas lecciones preciosas adaptadas<br />

a sus necesidades. De este modo Cristo enseñó a sus discípulos<br />

cómo debían conducirse cuando se hallasen en compañía tanto de<br />

los que no eran religiosos como de los que lo eran. Por su ejemplo,<br />

les enseñó que al asistir a alguna reunión pública, su conversación<br />

no tenía por qué ser como la que se solía consentir en tales casos.<br />

Si el Señor Jesús habita en el alma de los alumnos cuando éstos<br />

se sientan a la mesa, saldrán <strong>del</strong> tesoro de su corazón palabras puras<br />

y elevadoras; si Cristo no habita allí, se hallará en la frivolidad,

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