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Alejandro Dumas - adrastea80.byetho...

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eberé, ni comeré, ni me sentaré hasta después<br />

de haber dado a Vuestra Alteza un mensaje<br />

de la mayor importancia.<br />

-¿Venís de París?<br />

-Y a largas jornadas, monseñor.<br />

-Pues bien, va escucho -repuso el duque.<br />

Monsoreau se acercó a Francisco, y con la<br />

sonrisa en los labios y el odio en el corazón,<br />

le dijo en voz baja:<br />

Monseñor, Su Majestad la reina madre<br />

viene a ver a Vuestra Alteza y llegará aquí de<br />

un instante a otro. El duque, en quien todos<br />

tenían clavados los ojos, dio a su semblante<br />

la expresión de una repentina alegría.<br />

-Muy bien -exclamó-, gracias. M. de Monsoreau,<br />

hoy como siempre, vuestra conducta<br />

es la de un fiel servidor; continuemos cenando,<br />

señores.<br />

Y acercó a la mesa un sillón que había separado<br />

un momento para escuchar a M. de<br />

Monsoreau.<br />

Comenzó de nuevo el festín; pero el montero<br />

mayor, sentado entre Livarot y Ribeirac,<br />

apenas hubo probado las dulzuras de una<br />

buena silla, y apenas se hubo encontrado an-

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