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Alejandro Dumas - adrastea80.byetho...

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Entretanto, los frailes iban entrando en el<br />

pórtico, y pasaban delante, luego de haber<br />

mostrado las manos al portero, o algún objeto<br />

que en la mano llevaban.<br />

-De buena gana entraría -dijo Chicot-, pero<br />

me hacen falta dos cosas esenciales; la<br />

primera es la respetable túnica que cubre a<br />

esos santos personajes, porque no distingo<br />

ningún lego entre ellos, y la segunda es esa<br />

cosa que enseñan al hermano portero, pues<br />

no hay duda que algo le enseñan. ¡Ah!, P.<br />

Gorenflot, P. Gorenflot ¡si te tuviese a mano<br />

mi digno amigo!<br />

Provocaba en Chicot esta exclamacíón el<br />

recuerdo de uno de los más venerables religiosos<br />

de la orden de Santa Genoveva, que<br />

habitualmente le acompañaba a la mesa,<br />

cuando no comía en el Louvre, y el mismo<br />

con el cual el día de la procesión de los penitentes<br />

había entrado en una hostería de la<br />

puerta de Montmartre y comido una cerceta y<br />

bebido vino con especias.<br />

Continuaban llegando frailes en tal número,<br />

que no parecía sino que medio París había<br />

tomado el hábito; el hermano portero, sin

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