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Alejandro Dumas - adrastea80.byetho...

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-¡Viva Francisco III! -gritó aquella multitud<br />

compacta sacando las espadas, y con una voz<br />

que hizo retemblar los bóvedas.<br />

-¡Yo, yo! -balbuceó el duque de Anjou,<br />

temblando a la vez de alegría y de miedo-.<br />

Pero si es imposible; mi hermano vive todavía;<br />

mi hermano es el ungido del Señor.<br />

-Le destituimos -repuso el duque de Guisa-<br />

, mientras llega la hora de que con su muerte<br />

sancione el Señor la elección que acabamos<br />

de hacer, o más bien, mientras llega la hora<br />

de que alguno de sus vasallos, cansado de un<br />

reinado tan sin gloria, mediante el puñal o el<br />

veneno, anticipe la justicia de Dios.<br />

-¡Señores -exclamó con voz muy débil el<br />

duque de Anjou-, señores!<br />

-Monseñor -repuso entonces el cardenal-,<br />

fácil nos es dar respuesta al escrúpulo tan<br />

noble que Vuestra Alteza acaba de manifestar;<br />

Enrique III era el ungido del Señor, pero<br />

nosotros le hemos depuesto; ya no es el elegido<br />

de Dios y en su puesto vais a serlo vos,<br />

monseñor. Este es un templo tan venerable<br />

como el de Reims, pues aquí han reposado<br />

las reliquias de Santa Genoveva, patrona de

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