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Alejandro Dumas - adrastea80.byetho...

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En cuanto a la reina, se mostró con ella<br />

tan pródigo de caricias y de elogios, que los<br />

cortesanos concibieron la más favorable esperanza<br />

acerca de la sucesión a la corona.<br />

Sin embargo, acercábase la hora ordinaria<br />

de acostarse y fácilmente podía verse que el<br />

rey retardaba este momento lo más que le<br />

era posible; al fin el reloj del Louvre dio las<br />

diez; Enrique paseó por largo rato sus miradas<br />

en torno suyo, como si quisiera elegir<br />

entre todos sus amigos aquél a quien había<br />

de encomendar las funciones de lector de que<br />

San Lucas acababa de hacer dimisión.<br />

Chicot le miraba fijamente.<br />

-¡Oiga! -dijo con su osadía acostumbrada-,<br />

¡me miras con un aire de bondad esta noche,<br />

Enrique! ¿Tratas de darme alguna buena<br />

abadía con diez mil libras de renta? ¡Diablo, y<br />

qué prior haría yo! Ánimo, hijo mío, y dame<br />

esa prebenda.<br />

-Seguidme, Chicot -dijo el rey-. Buenas<br />

noches, señores, me voy a acostar.<br />

Chicot se volvió hacia los cortesanos, retorcióse<br />

el bigote, repitiendo las palabras de

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