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Alejandro Dumas - adrastea80.byetho...

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Mas si el que preguntaba quería llevar más<br />

lejos su interrogatorio, como el interrogado<br />

no sabía más, nada podía añadir.<br />

Esta persona, que siempre que daba tal<br />

respuesta tenía que sufrir las reconvenciones<br />

y sarcasmos de los preguntadores, era maese<br />

Remigio el Hauduin, que desde que anochecía<br />

hasta que amanecía paseaba las calles listo<br />

como un gamo, perdiendo el tiempo en contemplaciones<br />

extrañas, desapareciendo de<br />

vez en cuando de la casa, unas veces con el<br />

sol y otras con la luna, volviendo después con<br />

un apetito nunca visto y disipando un tanto<br />

con su alegría la tristeza de los criados.<br />

Precisamente entraba Remigio en la casa<br />

después de una ausencia misteriosa, cuando<br />

resonaban los gritos de júbilo con que los<br />

criados se apresuraban a salir al encuentro de<br />

su amo, disputándose quién había de ser su<br />

escudero, pues el conde se había quedado a<br />

caballo.<br />

-Vamos -decía Bussy-, veo que os causa<br />

satisfacción el verme vivo: gracias. Yo soy,<br />

miradme bien, no soy una sombra, llegad y<br />

convenceros; mas despachemos. Bien, ahora

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