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Alejandro Dumas - adrastea80.byetho...

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Mas el príncipe con sólo descubrirse a decir<br />

su nombre, hizo callar todas las voces, envainar<br />

las espadas y retirar a los agresores.<br />

-Sí, sí -exclamó Bussy-, no era al príncipe<br />

a quien buscaban, era a mí.<br />

-De todos modos -repuso Diana-, este<br />

ataque hizo que el príncipe se retirase. Vímosle<br />

encaminarse a la calle de Jouy, mientras<br />

que los cinco que le habían acometido<br />

volvían a ocupar sus puestos en el ángulo del<br />

palacio de Tournelles.<br />

Era indudable que al menos por aquella<br />

noche no corríamos peligro: porque aquellos<br />

cinco hombres no venían por mí. Pero estábamos<br />

demasiado alarmadas y conmovidas<br />

para acostarnos y nos quedamos a la ventana<br />

aguardando algún suceso desconocido que<br />

instintivamente presentíamos como próximo<br />

a verificarse.<br />

Poco tuvimos que aguardar. Presentóse un<br />

hombre a caballo saliendo por la calle de San<br />

Antonio. Era indudablemente el que los escondidos<br />

esperaban, porque al verle gritaron:<br />

"mano a las espadas", y se lanzaron a su encuentro.

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