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Alejandro Dumas - adrastea80.byetho...

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al agua; pero él me estrechó contra su pecho<br />

y me colocó en la barca.<br />

Gertrudis me siguió, bajando por sí sola.<br />

Entonces noté que mi velo se había desprendido<br />

y flotaba sobre el agua.<br />

Ocurrióseme que aquel velo podría descubrir<br />

el camino que había tomado en mi huida.<br />

-¡Mi velo! ¡mi velo! -dije al conde.<br />

M. de Monsoreau dirigió una mirada hacia<br />

el objeto que yo le señalaba con el dedo.<br />

-No -repuso-, más vale así. Y tomando los<br />

remos, dio tan violento impulso a la barca<br />

que a poco tiempo nos vimos inmediatos a la<br />

orilla opuesta.<br />

En aquel momento vimos iluminarse las<br />

ventanas de mi aposento; varios criados entraban<br />

con luces.<br />

-¿Os engañaba? -dijo M. de Monsoreau-,<br />

¿era ya tiempo? -¡Oh! sí, sí, caballero -<br />

contesté-, sois verdaderamente mi salvador.<br />

Los criados iban de un lado para otro, veíanse<br />

las luces unas veces en mi cuarto, otras<br />

en el de Gertrudis. Oímos voces; un hombre<br />

entró, delante del cual se apartaron todos los<br />

demás. Aquél hombre se asomó a la ventana

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