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Alejandro Dumas - adrastea80.byetho...

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madrigueras de salteadores donde impunemente<br />

se cometían los crímenes) bajo la protección<br />

del centinela del muro, que podía, no<br />

socorrerlos, pero al menos llamar en su auxilio<br />

y espantar con sus gritos a los malhechores.<br />

Inútil es decir que en las noches de invierno<br />

eran los transeúntes aún más prudentes<br />

que en las de verano.<br />

La en que acontecieron los sucesos que<br />

hemos referido y que vamos a referir era tan<br />

fría, tan obscura, las nubes que cubrían el<br />

cielo eran tan negras y se hallaban tan bajas,<br />

que nadie habría divisado, detrás de las almenas<br />

de la fortaleza real, al dichoso centinela,<br />

a quien por su parte hubiera también<br />

costado trabajo distinguir a las personas que<br />

transitaban por la plaza.<br />

Delante de la puerta de San Antonio y<br />

hacia lo interior de la ciudad no había ninguna<br />

casa, sino solamente las elevadas paredes<br />

de la iglesia de San Pablo, que estaba situada<br />

a la derecha, y las del palacio de Tournelles,<br />

que se encontraba a la izquierda. Al extremo<br />

de este palacio, del lado de la calle de Santa

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