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Alejandro Dumas - adrastea80.byetho...

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Curioso era en aquel instante el espectáculo.<br />

Los concurrentes, en número de veinticinco<br />

o treinta, con las capuchas bajas, dejaban<br />

ver sus rostros, cuyas facciones anunciaban<br />

en unos la generosidad, en otros el valor, la<br />

nobleza o la inteligencia, en todos la curiosidad<br />

excitada hasta el colmo. Hallábanse<br />

agrupados en torno de la única lámpara que<br />

con sus débiles resplandores iluminaba entonces<br />

la escena, y por todas las demás partes<br />

del edificio se veían grandes sombras,<br />

que parecían extrañas al drama que en un<br />

solo sitio se estaba representando. En medio<br />

del grupo se distinguía el rostro pálido del<br />

duque de Anjou, cuyos huesos frontales casi<br />

del todo ocultaban sus hundidos ojos, y cuya<br />

boca cuando se abría se asemejaba a la siniestra<br />

hendidura de una cabeza de muerto.<br />

-Monseñor -exclamó el duque de Guisa-, al<br />

dar las gracias a Vuestra Alteza por las palabras<br />

que acaba de pronunciar, creo deber advertirle<br />

que todos los que le rodean son hombres<br />

adictos, no sólo a los principios que profesa,<br />

sino a su persona misma, de lo cual el<br />

final de esta sesión podrá convencer a Vues-

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