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Alejandro Dumas - adrastea80.byetho...

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-Es cierto, monseñor -replicó el duque-,<br />

pero podéis recordar que las diversiones a<br />

que se entregan los reyes de Francia no están<br />

siempre exentas de peligro; vuestro padre el<br />

rey Enrique II, por ejemplo, que también<br />

había escapado felizmente de los peligros de<br />

la guerra, sucumbió en una de esas diversiones<br />

de que habláis. El hierro de la lanza de<br />

Montgomery estaba embotado para una coraza,<br />

y no para un ojo; por eso murió el rey<br />

Enrique II, y esto fue un accidente casual. Me<br />

diréis que quince años después de este accidente<br />

la reina madre hizo prender a M. de<br />

Montgomery y le mandó decapitar; también<br />

es cierto, pero no por eso resucitó el rey. En<br />

cuanto a vuestro hermano, el difunto rey<br />

Francisco, su debilidad le perjudicó notablemente<br />

en el concepto de los pueblos, y este<br />

digno príncipe murió también desgraciadamente.<br />

Quizá pensaréis, monseñor, que<br />

una enfermedad de oídos no se debe tomar<br />

por un accidente, sin embargo, lo era y no de<br />

los más graves; he oído decir muchas veces<br />

en el campo, en la ciudad y aun en la corte,<br />

que aquella enfermedad mortal fue introduci-

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