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Todorov, T- Introduccion a la Literatura Fantastica - Catedu

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Tzvetan <strong>Todorov</strong> Introducción a <strong>la</strong> literatura fantástica<br />

representación verbal” (Seis estudios, pág. 25); como se recordará, el tiempo no era,<br />

durante <strong>la</strong> primera infancia, <strong>la</strong> línea que une estos tres puntos, sino más bien un<br />

presente eterno (muy diferente, por cierto, del presente que conocemos y que es<br />

una categoría verbal), elástico o infinito. Volvemos así a <strong>la</strong> segunda comparación: <strong>la</strong><br />

de esa misma red temática con el mundo de <strong>la</strong> droga, en el que encontramos una<br />

misma concepción inarticu<strong>la</strong>da y dúctil del tiempo. Por otra parte, se trata, una vez<br />

más, de un mundo sin lenguaje: <strong>la</strong> droga se resiste a <strong>la</strong> verbalización. Y, asimismo,<br />

el otro no tiene aquí existencia autónoma, el yo se identifica con él, sin concebirlo<br />

como independiente.<br />

Otro punto de contacto entre estos dos universos, el de <strong>la</strong> infancia y de <strong>la</strong><br />

droga, se refiere a <strong>la</strong> sexualidad. Se recordará que <strong>la</strong> oposición que nos permitió<br />

establecer <strong>la</strong> existencia de dos redes se refería precisamente a <strong>la</strong> sexualidad (en<br />

Louis Lambert). Esta (dicho con mayor exactitud, su forma corriente y elemental)<br />

está excluida tanto del mundo de <strong>la</strong> droga como del de los místicos. El problema<br />

parece más complejo cuando se trata de <strong>la</strong> infancia. El bebé no vive en un mundo<br />

sin deseos, sino que ese deseo es en primer lugar “auto erótico”; él descubrimiento<br />

que luego se produce es el del deseo orientado hacia un objeto. El estado de<br />

superación de <strong>la</strong>s pasiones que se alcanza a través de <strong>la</strong> droga (superación a <strong>la</strong> cual<br />

también apuntan los místicos), y que podría calificarse de pan-erótica, es, por su<br />

parte, una transformación de <strong>la</strong> sexualidad re<strong>la</strong>cionada con <strong>la</strong> “sublimación”. En el<br />

primer caso, el deseo no tiene objeto exterior; en el segundo, su objeto es el mundo<br />

entero; entre ambos se sitúa el deseo “normal”.<br />

Veamos ahora <strong>la</strong> tercera comparación seña<strong>la</strong>da en el transcurso del estudio<br />

de los temas del yo: <strong>la</strong> que se refiere a <strong>la</strong>s psicosis. Una vez más, en este caso, el<br />

terreno es incierto; debemos apoyarnos en descripciones (del mundo psicótico)<br />

hechas a partir del universo del hombre “normal”. El comportamiento del psicótico<br />

es evocado no como un sistema coherente sino como <strong>la</strong> negación de otro sistema,<br />

como una desviación. Al hab<strong>la</strong>r del “mundo del esquizofrénico” o del “mundo del<br />

niño, sólo manejamos simu<strong>la</strong>cros de esos estados, tales como son e<strong>la</strong>borados por el<br />

adulto no esquizofrénico. El esquizofrénico rechaza <strong>la</strong> comunicación y <strong>la</strong><br />

intersubjetividad. Y ese renunciamiento al lenguaje lo lleva a vivir en un presente<br />

eterno. En lugar del lenguaje común, instaura un “lenguaje privado” (lo cual es, por<br />

cierto, una contradicción en los términos y por consiguiente, también un antilenguaje).<br />

Ciertas pa<strong>la</strong>bras tomadas del léxico común reciben un sentido nuevo que<br />

el esquizofrénico mantiene como individual: no se trata simplemente de hacer<br />

variar el sentido de <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras, sino de impedir que estas aseguren una<br />

transmisión automática de ese sentido. “El esquizofrénico, escribe Kasanin, no tiene<br />

<strong>la</strong> menor intención de modificar su método de comunicación, altamente individual,<br />

y parece comp<strong>la</strong>cerse con el hecho de que no se lo entienda” (pág. 129). El lenguaje<br />

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