Todorov, T- Introduccion a la Literatura Fantastica - Catedu
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Tzvetan <strong>Todorov</strong> Introducción a <strong>la</strong> literatura fantástica<br />
causa” (págs. 440-441). Pero más allá de <strong>la</strong>s causas físicas o psíquicas, se sugiere<br />
una razón que casi podría calificarse de formal. “Tal vez haya visto en los p<strong>la</strong>ceres<br />
de su casamiento un obstáculo para <strong>la</strong> perfección de sus sentidos interiores o para<br />
su vuelo a través de los mundos espirituales” (pág. 443). Por consiguiente, se<br />
debería elegir entre <strong>la</strong> satisfacción de los sentidos exteriores o los interiores;<br />
pretender <strong>la</strong> satisfacción de ambos lleva a ese escándalo formal que se l<strong>la</strong>ma locura.<br />
Yendo un poco más lejos, diremos que el escándalo formal testimoniado en el<br />
libro va acompañado por una transgresión propiamente literaria: dos temas<br />
incompatibles se yuxtaponen en el mismo texto. Podremos partir de esta<br />
incompatibilidad para fundamentar <strong>la</strong> diferencia entre dos redes temáticas: <strong>la</strong><br />
primera, que ya conocemos con el nombre de los temas del yo; <strong>la</strong> segunda, en <strong>la</strong> que<br />
por ahora encontramos <strong>la</strong> sexualidad, será designada como “los temas del tú”. Por<br />
otra parte, en El club de los fumadores de hachich, Gautier señaló <strong>la</strong> misma<br />
incompatibilidad: “Nada material se mezc<strong>la</strong>ba con este éxtasis; ningún deseo<br />
terreno alteraba su pureza. Por otra parte, ni siquiera el amor hubiera podido<br />
aumentarlo: Romeo, fumador de hachich, se hubiera olvidado de Julieta (...). Debo<br />
reconocer que un fumador de hachich no habrá de molestarse ni por <strong>la</strong> más<br />
hermosa muchacha de Verona” (pág. 205).<br />
Existe pues un tema que no encontraremos nunca en <strong>la</strong>s obras en que aparece<br />
<strong>la</strong> red de los temas del yo, pero que, por el contrario, se repite con insistencia en<br />
otros textos fantásticos. La presencia o ausencia de este tema nos proporciona un<br />
criterio formal para distinguir, dentro de <strong>la</strong> literatura fantástica, dos campos, cada<br />
uno de los cuales está constituido por un número considerable de elementos<br />
temáticos.<br />
Louis Lambert y El club de los fumadores de hachich, obras ;que presentan<br />
primero los temas del yo, definen desde el exterior, como en un vaciado, este nuevo<br />
tema de <strong>la</strong> sexualidad. Si examinamos ahora algunas obras pertenecientes a <strong>la</strong><br />
segunda red, podremos observar <strong>la</strong>s ramificaciones que en el<strong>la</strong>s recibe dicho tema.<br />
El deseo sexual puede alcanzar una potencia insospechada: no se trata de una<br />
experiencia más sino, de lo que <strong>la</strong> vida tiene de más esencial. Tal el caso de<br />
Romualdo, el sacerdote de La muerte enamorada: “Por haber alzado una so<strong>la</strong> vez <strong>la</strong><br />
mirada sobre una mujer, por una falta en apariencia tan leve, experimenté durante<br />
varios años <strong>la</strong>s más miserables agitaciones: mi vida ha sido definitivamente<br />
perturbada” (pág. 94). Y más ade<strong>la</strong>nte: “No miréis nunca a una mujer, y caminad<br />
siempre con los ojos fijos en <strong>la</strong> tierra, pues por castos y calmos que seáis, un solo<br />
minuto basta para haceros perder <strong>la</strong> eternidad” (pág. 117).<br />
El deseo sexual ejerce en este caso sobre el héroe un dominio excepcional. El<br />
monje de Lewis, que conserva actualidad sobre todo a causa de sus conmovedoras<br />
descripciones del deseo, nos ofrece en este sentido quizá los mejores ejemplos. El<br />
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