Todorov, T- Introduccion a la Literatura Fantastica - Catedu
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Tzvetan <strong>Todorov</strong> Introducción a <strong>la</strong> literatura fantástica<br />
renquear horriblemente, no le encontró, ahora, más que un cierto aire inclinado que<br />
<strong>la</strong> encantaba. Dicen también que sus ojos, que eran bizcos, le parecieron aún más<br />
bril<strong>la</strong>ntes; que su desviación no fue para el<strong>la</strong> más que <strong>la</strong> señal de un violento rapto<br />
de amor, y que, por fin, su gran nariz colorada tuvo para el<strong>la</strong> un aire marcial y<br />
heroico” (pág. 252). Para no dejar lugar a dudas, Perrault agrega al final una<br />
“moraleja”:<br />
Ce que l’on voit dans cet écrit<br />
Est moins un conte en l’air que <strong>la</strong> verité même.<br />
Tout est beau dans ce que l’on aime;<br />
Tout ce que l'on aime a de l’esprit * .<br />
Es evidente que después de estas indicaciones no queda ningún elemento<br />
sobrenatural: cada uno de nosotros recibió el mismo poder de metamorfosis en el<br />
cual <strong>la</strong>s hadas no tienen nada que ver. En los otros cuentos de Perrault <strong>la</strong> alegoría<br />
es tan evidente como en éste. Por otra parte, el mismo autor era perfectamente<br />
consciente de ello, y en los prefacios a sus colecciones se refiere ante todo al<br />
problema del sentido alegórico, que considera esencial (“<strong>la</strong> moral, asunto principal<br />
en todo tipo de fábu<strong>la</strong>s...”, pág. 22).<br />
Hay que agregar que el lector (esta vez real y no implícito) tiene todo el<br />
derecho de no tener en cuenta el sentido alegórico indicado por el autor, y de leer el<br />
texto descubriendo en él un sentido muy distinto. Es lo que se produce en <strong>la</strong><br />
actualidad con Perrault: el lector contemporáneo está más impactado por un<br />
simbolismo sexual que por <strong>la</strong> moral defendida por el autor.<br />
El sentido alegórico puede aparecer con <strong>la</strong> misma c<strong>la</strong>ridad en obras que ya<br />
no son cuentos de hadas o fábu<strong>la</strong>s, sino re<strong>la</strong>tos “modernos”. El hombre del cerebro de<br />
oro ejemplifica este caso. La obra cuenta <strong>la</strong>s desgracias de una persona que tenía “<strong>la</strong><br />
parte superior de <strong>la</strong> cabeza y el cerebro de oro” (págs. 217-218); cito <strong>la</strong> primera<br />
edición según <strong>la</strong> antología de Castex). Esta expresión —”de oro”— está empleada<br />
en sentido propio (y no en sentido figurado de “excelente”); sin embargo, desde el<br />
comienzo del re<strong>la</strong>to, el autor sugiere que el verdadero sentido es precisamente el<br />
alegórico. Así, por ejemplo: “Incluso habré de confesar que poseía una inteligencia<br />
que a todos sorprendía, y cuyo secreto era poseído sólo por mis padres y por mí.<br />
¿Quién no hubiera sido inteligente con un cerebro rico como el mío?” (pág. 218).<br />
Este cerebro de oro resulta ser muy a menudo el único medio que tiene su poseedor<br />
para obtener el dinero necesario para él o para los suyos; y el re<strong>la</strong>to nos cuenta<br />
cómo de esta manera, el cerebro se gasta poco a poco. Cada vez que se toma parte<br />
* Lo que se ve en este texto/ no es tanto un cuento como <strong>la</strong> verdad misma./ Todo es belleza en lo que se ama;/<br />
todo lo que se ama es inteligente.<br />
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