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Todorov, T- Introduccion a la Literatura Fantastica - Catedu

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Tzvetan <strong>Todorov</strong> Introducción a <strong>la</strong> literatura fantástica<br />

continuo que lo trasforma en mí mismo” (pág. 29). Lo mismo sucede con los<br />

psicóticos. Goldstein escribe: “[Él psicótico] no considera el objeto como parte de un<br />

mundo exterior ordenado, separado de él, tal como lo hace <strong>la</strong> persona normal” (in<br />

Kasanin, pág. 23). “Las fronteras normales entre el yo y el mundo desaparecen; en<br />

su lugar, se encuentra una suerte de fusión cósmica...” (pág. 40). Más ade<strong>la</strong>nte<br />

trataremos de interpretar estas semejanzas.<br />

El mundo físico y el mundo espiritual se interpenetran; sus categorías<br />

fundamentales se encuentran, por lo tanto, modificadas. El tiempo y el espacio del<br />

mundo sobrenatural, tal como están descritos en. este grupo de textos fantásticos,<br />

no son el tiempo y el espacio de <strong>la</strong> vida cotidiana. El tiempo parece aquí<br />

suspendido, se prolonga mucho más allá de lo que se cree posible. Así, para el<br />

narrador de Aurelia: “Aquello fue <strong>la</strong> señal de una revolución completa entre los<br />

espíritus que no quisieron reconocer los nuevos amos del mundo. No sé cuántos<br />

miles de años duraron esos combates que ensangrentaron el globo” (pág. 272). El<br />

tiempo es también uno de los temas principales de El club de los fumadores de hachich.<br />

El narrador tiene prisa, pero sus movimientos son increíblemente lentos. “Me<br />

levanté con gran dificultad y me dirigí hacia <strong>la</strong> puerta del salón; llegué a destino<br />

luego de un tiempo considerable: una fuerza desconocida me obligaba a<br />

retroceder un paso de cada tres. Según mis cálculos, eché diez años en cubrir ese<br />

trayecto” (pág. 207). Luego baja una escalera; pero los peldaños parecen<br />

interminables. “Llegaré abajo un día después del juicio final”, piensa; y al llegar:<br />

“Según mis cálculos, aquello duró mil años” (pág. 208-209). Debe llegar a <strong>la</strong>s once;<br />

pero en un momento dado alguien le dice: “Nunca llegarás a <strong>la</strong>s once; hacen ya mil<br />

quinientos años que partiste” (pág. 210). El noveno capítulo del re<strong>la</strong>to cuenta <strong>la</strong><br />

escena del entierro del tiempo, y se l<strong>la</strong>ma: “No creáis en los cronómetros”. Alguien<br />

anuncia al narrador: “El Tiempo está muerto; de ahora en ade<strong>la</strong>nte, ya no habrá ni<br />

años, ni meses, ni horas; el Tiempo está muerto y vamos a su entierro (...). ¡Santo<br />

Dios! —exc<strong>la</strong>mé, asaltado por una idea repentina—, si ya no hay más tiempo,<br />

¿cuándo podrán ser <strong>la</strong>s once?...” (página 211). Una vez más, <strong>la</strong> misma metamorfosis<br />

se observa en <strong>la</strong> experiencia de <strong>la</strong> droga, durante <strong>la</strong> cual el tiempo parece<br />

“suspendido”, y en el psicótico, que vive un eterno presente, sin idea de pasado ni<br />

de porvenir.<br />

El espacio también se trasforma. He aquí algunos ejemplos, tomados de El<br />

club de los fumadores de hachich. Veamos <strong>la</strong> descripción de una escalera: “Sus dos<br />

extremos inundados de sombra me parecían hundirse en el cielo y en el infierno,<br />

dos abismos; al levantar <strong>la</strong> cabeza, percibía indistintamente, en una perspectiva<br />

prodigiosa, superposiciones de innumerables pisos, rampas capaces de llegar a <strong>la</strong><br />

cúspide de <strong>la</strong> torre de Ly<strong>la</strong>cq; al bajar<strong>la</strong>, presentía abismos de escalones, torbellinos<br />

de espirales, deslumbramientos de circunvoluciones” (pág. 208). Descripción de un<br />

patio interior: “El patio había adquirido <strong>la</strong>s proporciones del Campo de Marte, y en<br />

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