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historia del lsd

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acontecimiento que había sucedido en San Francisco<br />

dos meses antes, y que en su momento no<br />

me había parecido tener la menor importancia.<br />

Me encontraba en compañía de dos amigos visitando<br />

el Museo de Arte para ver la colección<br />

Robinson. He vuelto a revivir toda aquella secuencia,<br />

aunque sé que lo he- hecho debido al<br />

efecto <strong>del</strong> LSD y que mi retorno a aquel entonces<br />

ha sido intencionado. Miraba con la máxima<br />

atención a los cuadros, como si dijéramos tridimensionalmente.<br />

Lo mismo que entonces, ahora<br />

también bajé sola al sótano antes de marcharnos<br />

<strong>del</strong> Museo -aunque esta vez lo hice porque<br />

pensé que mi amigos no comprenderían lo<br />

que yo buscaba al contemplar los cuadros. Volví<br />

a mirar los mismos dibujos a pluma, de trazado<br />

grotesco, realizados por algún artista contemporáneo.<br />

En vez de sobre papel, en esta ocasión<br />

los dibujos habían sido hechos sobre una<br />

superficie de luz blanca, como si hubieran sido<br />

dibujados con finos alambres negros. Una de las<br />

figuras representaba un Cristo de contorno atormentado,<br />

cuya cruz estaba enclavada en la ti~<br />

ITa enmedio de una maraña de cables telefónicos,<br />

una forma moderna de representar la CfilCifixión,<br />

utilizando para ello unos destrozados medios<br />

de comunicación, y comprendí el mensaje<br />

que aquel dibujo encerraba. El otro cuadro que<br />

vi fue el de «Las tres Marías en el sepulcro»<br />

-alargado, como formando parte de la roca que<br />

tapaba la entrada-o En el momento sentí que<br />

debía acostarme en el frío suelo de piedra, es.­<br />

tirarme cuan larga era y dejar que algo muriera<br />

dentro de mí. Pero justamente en aquel preciso<br />

instante dos extraños (igual que la otra vez) bajaron<br />

por la escalera. El sótano desapareció ante<br />

mi vista y de repente se convirtió en la piscina,<br />

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