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La historia de las religiosas del Convento de la Purísima Concepción en San Miguel el Grande permitirá
entender que no todas las mujeres estaban dispuestas a aceptar los modelos de vida religiosa. En
este contexto me interesan dos ejes de análisis. El primero es explicar los modelos de vida religiosa
del Convento de la Purísima Concepción. En un segundo eje analizo cómo las mujeres resguardadas
en esta institución siguieron dos modelos de comportamiento: la vida en común y la vida privada.
En el análisis de la confrontación entre modelos resulta fundamental la explicación del concepto de
enfermedad (histeria y epilepsia) como el factor que da una nueva orientación de la vida comunitaria
de las religiosas concepcionistas.
La fundación del convento
En 1740 don Manuel Tomás de la Canal solicitó licencia para erigir
un convento de capuchinas españolas. En el proyecto se indicaba
la obligación de construir el convento de su propio caudal y no
exigiría la dote a sus religiosas, pues el vecindario se encargaría de
su sostenimiento. 1 Al no prosperar los trámites de la licencia, la familia
de la Canal decidió acrecentar el culto a la Virgen de Loreto,
de quien eran devotos. En 1749 murió el patriarca de la familia de
la Canal (Salvucci, 1979: 417-419; Díaz, 1831: 2). Su hija doña María
Josefa Lina de la Canal heredó 70,000 pesos, decidió continuar con
los deseos de su padre y fundar en la villa de San Miguel un monasterio
adscrito a la regla de la orden concepcionista. Para este
propósito donaría 58,000 pesos (Muriel, 1946: 17). Otras familias
de la villa se comprometieron a dar 16,000 pesos para las dotes de
las religiosas fundadoras. 2
Regla de la orden: la vida
común ¿una excepción?
Las religiosas concepcionistas se regían
por un modelo de “vida calzado”,
“privado” o de privilegios. Pilar
Gonzalbo (1987: 22) establece que
los conventos concepcionistas de la
Ciudad de México seguían una regla
que les autorizaba la convivencia con
niñas seglares dentro del claustro y
permitía que las religiosas tuvieran
sus viviendas, que compartían con
niñas y criadas. Disponían de amplias
celdas, con cocinas independientes,
que compraban ellas o sus familiares
en el momento de la profesión
o cuando quedaban vacantes algunas
más confortables. Aunque en un
principio se estableció que sólo podía
autorizarse una criada por cada
diez monjas, esta orden nunca se
cumplió y siempre hubo un número
elevado de mozas o sirvientas, incluso,
en ocasiones, superior al de novicias
y profesas del convento.
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El 21 de septiembre de 1754, el rey emitió una cédula aprobando
la fundación del convento con el título de real con todos
los fueros, privilegios y prerrogativas correspondientes a su
rango. El obispo de Michoacán dirigió una carta al Arzobispo
de México Manuel José de Rubio y Salinas solicitando la salida
de cuatro religiosas del convento de Regina Coeli para fundar
el nuevo. El arzobispo autorizó a María Antonia del Santísimo
Sacramento, a María Ana del Santísimo Sacramento, a Gertrudis
de San Rafael y a Felipa de San Antonio, aseverando: “Todas
en edad propia de establecer el instituto”. En esta ocasión se
permitió que la novicia María de Elizaga acompañara a las religiosas.
El 22 de enero de 1756, las monjas salieron de Regina
Coeli rumbo a San Miguel. El obispo de Michoacán fundó el
convento el 1 de febrero.
1
Archivo General de la Nación
(en adelante AGN) Historia,
tomo 113, expediente 3.
2
La trama de este artículo está
basado en Archivo Histórico de
la Casa de Morelos (en adelante
AHCM) Fondo Diocesano,
Negocios Diversos, siglo XVIII,
legajo 249.
La fundación de San Miguel resulta excepcional,
pues, contrario a lo estipulado en otros conventos,
se les dotó del modelo de “vida común” o
“descalzo”. En la constitución de la nueva orden
religiosa quedó establecido que el número de
religiosas admitidas sería de 72, divididas en dos
grupos: 66 de velo negro y seis legas destinadas
a cubrir el servicio del monasterio; prohibiendo
la existencia de mozas. Sólo se admitirían mujeres
honestas con hábito y título de donadas…
El empleo de mozas únicamente estaría permitido
en casos urgentes o epidemias.
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