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La enfermedad femenina y la vida privada<br />
Des<strong>de</strong> su llegada a San Migu<strong>el</strong>, Sor F<strong>el</strong>ipa <strong>de</strong> San Antonio<br />
había manifestado un extraño trastorno que consistía en<br />
“danzar, hacer cortesías, gustos y hablar mil <strong>de</strong>satinos”.<br />
Sor Antonia d<strong>el</strong> Santísimo Sacramento calificaba <strong>el</strong> mal <strong>de</strong><br />
“invención o juguete d<strong>el</strong> <strong>de</strong>monio”. En 1762, <strong>el</strong> mal estaba<br />
extendido entre las seguidoras <strong>de</strong> Sor F<strong>el</strong>ipa. Cabe aclarar<br />
que durante los siglos XVI y XVIII las enfermeda<strong>de</strong>s<br />
fueron vistas como <strong>el</strong> resultado <strong>de</strong> los vicios morales y<br />
pecados físicos. La curación d<strong>el</strong> alma y <strong>el</strong> cuerpo sólo era<br />
posible a través <strong>de</strong> rituales <strong>de</strong> penitencia. En la cosmovisión<br />
cristiana, <strong>el</strong> hombre estaba en constante lucha contra<br />
<strong>el</strong> <strong>de</strong>monio, personificación d<strong>el</strong> mal, quien siempre trataba<br />
<strong>de</strong> seducir o atacar a sus víctimas, así algunos trastornos<br />
físicos eran interpretados como posesiones <strong>de</strong>moníacas,<br />
como lo interpretó la vicaria aba<strong>de</strong>sa (Russ<strong>el</strong>l, 1986: 232).<br />
En la literatura hagiográfica <strong>de</strong> los siglos XVI y XVII existen numerosos ejemplos <strong>de</strong> r<strong>el</strong>igiosas atacadas<br />
por “<strong>el</strong> enemigo”. La posesión <strong>de</strong>moníaca “se acompañaba <strong>de</strong> abundantes síntomas psicosomáticos<br />
<strong>de</strong>sarrollados durante periodos <strong>de</strong> aguda frustración, <strong>de</strong> intensa angustia o extrema soledad”.<br />
Manu<strong>el</strong> Ramos explica que este fenómeno se presentaba por la difícil vida conventual; las r<strong>el</strong>igiosas<br />
encontraban que este mal las liberaba <strong>de</strong> pesadas cargas <strong>de</strong> trabajo; al mismo tiempo que obtenían<br />
<strong>el</strong> reconocimiento general (Ramos, 1993: 49). Empero, como veremos enseguida, esta visión estaba<br />
modificándose en <strong>el</strong> siglo XVIII con explicaciones <strong>de</strong> carácter médico.<br />
El 9 <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong> 1769 la comunidad concepcionista c<strong>el</strong>ebró su capítulo para <strong>el</strong>egir a una nueva<br />
pr<strong>el</strong>ada. La <strong>el</strong>ección recayó en Sor F<strong>el</strong>ipa <strong>de</strong> San Antonio. En este momento, <strong>el</strong> número <strong>de</strong> r<strong>el</strong>igiosas<br />
enfermas había llegado a diez. Las monjas que manifestaban convulsiones e incoherencias eran conocidas<br />
como las “cabras”. Unos meses <strong>de</strong>spués, en febrero <strong>de</strong> 1870, <strong>el</strong> Obispo recibió alarmantes<br />
noticias <strong>de</strong> que Sor F<strong>el</strong>ipa presentaba frecuentes “acci<strong>de</strong>ntes inusitados para retirarse a su cama coloreando<br />
enfermedad”. El bachiller Agustín <strong>de</strong> Agüera, cap<strong>el</strong>lán <strong>de</strong> la parroquia <strong>de</strong> San Migu<strong>el</strong>, inició<br />
una investigación secreta sobre <strong>el</strong> estado d<strong>el</strong> convento. Entre marzo y abril <strong>el</strong> bachiller interrogó a<br />
las monjas. Sor María Manu<strong>el</strong>a <strong>de</strong> la Santísima Trinidad, contraria a la aba<strong>de</strong>sa, apuntaba que<br />
la madre aba<strong>de</strong>sa se vive en su c<strong>el</strong>da con <strong>el</strong> mal sin cesar, diciéndole al médico cuando entra<br />
mil tonterías, hablando como chiquita; <strong>de</strong> todas las que no son sus aliadas se excusa que sepan<br />
tiene <strong>el</strong> mal, sólo a las suyas <strong>de</strong>ja que la vean y la tengan. Yo señor la voy a ver con mil cariños,<br />
mientras estoy ahí no le da, en cuanto me salgo empieza a brincar y gritar. Esta la cosa que<br />
está con <strong>el</strong> mal y entro yo por una contingencia a pedirle alguna licencia luego se le quita y se<br />
está reprimiendo hasta que me salgo.<br />
Respecto al contagio, informó que la aba<strong>de</strong>sa<br />
enseñaba a sus seguidoras la manera <strong>de</strong> torcer<br />
las manos, <strong>de</strong> brincar y <strong>de</strong> hablar. En este sentido,<br />
Sor Manu<strong>el</strong>a dudaba que los trastornos fueran<br />
reales. Otra r<strong>el</strong>igiosa señalaba que durante<br />
la enfermedad se privaban y golpeaban las r<strong>el</strong>igiosas,<br />
“pero lo que más hacen es que se hablan<br />
como chiquitas y haciendo visajes. Dice la<br />
madre aba<strong>de</strong>sa que no se pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>tener que<br />
aunque hablaran herejías no eran culpables”.<br />
El obispo también or<strong>de</strong>nó un informe médico.<br />
Vicente Coron<strong>el</strong>, médico d<strong>el</strong> convento, revisó a<br />
las monjas y <strong>de</strong>terminó que los síntomas eran<br />
provocados por “una sofocación y vapores uterinos”<br />
que originaban varios síntomas perniciosos.<br />
Las afirmaciones <strong>de</strong> Coron<strong>el</strong> se inscriben<br />
en las posturas médicas <strong>de</strong> la época. En <strong>el</strong> siglo<br />
XVII y XVIII los médicos afirmaban que la mayor<br />
parte <strong>de</strong> las enfermeda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> las mujeres<br />
eran causadas por trastornos <strong>de</strong> la matriz. Una<br />
<strong>de</strong> las afecciones más comunes era la histeria<br />
causada por la “sofocación <strong>de</strong> la matriz” o “furor<br />
uterino”, cuyo primer síntoma consistía en<br />
convulsiones. Los médicos atribuían a la matriz<br />
sentimientos y comportamientos autónomos;<br />
así, <strong>el</strong> útero se irritaba por cosas <strong>de</strong>sagradables<br />
y se apaciguaba con activida<strong>de</strong>s agradables. Los<br />
accesos histéricos se <strong>de</strong>cía eran resultado <strong>de</strong><br />
vapores venenosos fermentados por la matriz,<br />
que al pasar a las arterias afectaban todo <strong>el</strong><br />
cuerpo (Berritot-Salvadore, 1992: 384-385).<br />
Foucault ha señalado que esta enfermedad<br />
también fue colocada <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> las patologías<br />
<strong>de</strong> la imaginación, pues algunos médicos afirmaban<br />
que la histeria era contagiosa y provocaba<br />
en las mujeres la repetición <strong>de</strong> actos absurdos.<br />
Para los galenos la cura <strong>de</strong> esta enfermedad<br />
era generar activida<strong>de</strong>s placenteras, como escuchar<br />
música, la danza, los paseos y <strong>el</strong> trato<br />
con personas agradables.<br />
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