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El erotismo
El placer sensual es todo lo que concierne al sexo a través del ejercicio de la sexualidad, que se ve
expandida e intensificada por medio de la fantasía y el símbolo. Ésta se concibe como dueña de la
imaginería casi tangible de cuadros compuestos por cuerpos confeccionados al corte del deseo del
que imagina, que alcanzan su materialización gracias al dibujo, a la escultura, a la pintura. El segundo
se entiende como patrón de la capacidad alegórica, se representa por mitos, rituales, insignias, gráficos
visuales o auditivos, sugeridos o abstractos, exacerbados con el gusto y el olfato, que condensan
la excitación y el goce por y para el cuerpo. Se trata de todo un cúmulo de material de cuanto el
hombre y la mujer han hecho del sexo, gracias a su inquieto intelecto, atrapando a todos en mayor
o menor medida (Andreas-Salomé, 1993).
Atrapados los amantes por las sensaciones, sólo logran liberarse por el acto amoroso entre los
cuerpos, divinizándose mutuamente al diluir su yo a través del otro, sacrificándose así cada vez que
repiten el acto, porque al entregarse al deseo por el otro irremediablemente ofrecen sus cuerpos,
se ofrendan a sí mismos para vivir el goce de la fuerza de la pasión, que para los enamorados viene
adosada con la emoción del amor; viven una fusión; se produce una disolución de la individualidad
para dar lugar a una unidad trascendente con el otro mediatizando su relación a través del éxtasis.
Siendo así, se sugiere entender cómo el ímpetu sexual tiende a ser poético, idílico y, por tanto, espiritual,
constituyendo la vía para la unidad con el otro y con lo otro.
Pero, ¿cuándo no se produce esto y sólo es sexo y nada más? Encontramos a la pornografía y a la
prostitución como sus más emblemáticas expresiones. De la primera podemos decir que se trata de
la escritura o descripción del cuerpo, a la que se ha hegemonizado. La segunda es una transacción
comercial caracterizada por la subyugación del cuerpo de aquél al que se compra; es un antiguo
oficio que en esta época se encuentra sensiblemente vigorizado. La pornografía ha sucedido por
el culto a la razón, que todo quiere develar, todo quiere tocar, descubrir y, de esta forma, se acaba
con cualquier encantamiento del cuerpo, con todo misterio que pudiera cautivar hasta perturbar,
atemorizar por la admiración y provocar la estupefacción.
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