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[26]<br />
Ahora, si escuchan mi voz y observan ml alianza serán mi propiedad exclusiva entre<br />
todo los pueblos.<br />
(Ex 19,5) 17<br />
Esta formulación condicional daba a entender con claridad que Israel había recibido la<br />
alianza de un modo tal que hacía posible la ruptura. Dios daría su protección si Israel le<br />
prestaba obediencia. De lo contrario, la alianza quedaría rota e Israel sería No-mi-pueblo (cf.<br />
Os 1,9). La ruptura no podía proceder de Dios, porque él la había confirmado con un<br />
juramento y no podía ser infiel a su palabra. Pero no sucedía lo mismo con Israel: él sí podía<br />
ser infiel a las estipulaciones de la alianza y romper con sus infidelidades y pecados el lazo de<br />
unión establecido por Dios: más aún, esto es lo que había hecho una y otra vez desde los<br />
comienzos de su historia.<br />
Por lo tanto, si Dios quería reimplantar su alianza, si quería ponerla de nuevo en vigor y<br />
hacer que fuera un vínculo inquebrantable, tenía que abrir él mismo la posibilidad de un nuevo<br />
comienzo a instituirla de una forma nueva, como lo anuncia el célebre oráculo de Jer<br />
31,31-34: el pasado estaba determinado por la ruptura de la alianza; el futuro lo estaría por el<br />
perdón de los pecados y por el establecimiento de una “nueva alianza”.<br />
De esta nueva alianza se afirman varias cosas que no podían aplicarse a la alianza anterior.<br />
Ante todo, la Torá de Moisés se mantendrá vigente, solo que ya no será una ley puramente<br />
exterior, 18<br />
17<br />
Ex 19.3b-8 no es un texto deuteronomista, pero está bajo la influencia del Deuteronomio. En realidad se<br />
trata de un perícopa autónoma, que no depende de ninguna de las “fuentes” tradicionales. Israel está llamado a<br />
ser un “reino sacerdotal” y una “nación santa”. Estas expresiones han sido interpretadas de distintas maneras. <strong>Sin</strong><br />
embargo, es posible mostrar que la palabra goy designa la nación políticamente constituida y gobernada por un<br />
rey, y que el término mamlaká, además de reino, puede significar también “realeza” o “rey” (esto es lo que significa<br />
de hecho cuando está conectada con nación, a partir de 1 Re 18.10; Jer 18.67; 27.8). Por lo tanto, la<br />
proposición nuclear de la perícopa indica que Yahvé quiere formar una nación santa, con una realeza y un rey<br />
sacerdotales. En cuanto a la fecha de composición del texto, hay que tener en cuenta varios factores, como la<br />
influencia del lenguaje deuteronómico (observada hace ya mucho tiempo) y la semejanza lingüística y conceptual<br />
con la Ley de Santidad, que se remonta a tradiciones anteriores al exilio. De ahí se puede concluir que Ex<br />
19,3b-8 proviene de los círculos sacerdotales de Jerusalén, hacia el final de la época de los reyes. Cf. Ernst<br />
Sellin-Georg Fohrer, Einleitung in das Alte Testament Quelle & Meyer. Heidelberg. 1979, pág. 205s.<br />
18<br />
En otras palabras: en la economía instaurada por la nueva alianza, la ley ya no debía ser “letra” que mata<br />
al que la infringe (cf. 2 Cor 3,6), sino que estaría acompañada de una inspiración y de un impulso interior que<br />
hacen al creyente dócil a la voluntad de Dios. En esta misma línea, San Pablo usará más tarde la expresión énnomos<br />
Christou, expresión intraducible que presenta al “Cristo interior” como ley de sus fieles. No la ley que<br />
ilumina desde fuera para dar a conocer el bien y el mal, sino que actúa desde dentro, como fuente interior de luz<br />
y de energía espiritual, es decir, que con sus inspiraciones y exigencias da el querer y el hacer (1 Cor 9.2 1). En<br />
otros pasajes de sus cartas, Pablo identifica esa ley interior con el Espíritu Santo (cf. Rom 8).