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Sin título - Revista Biblica

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[38]<br />

El monoteísmo<br />

Israel, y sólo Israel, dio a la humanidad la fe monoteísta. Pero la idea del Dios único se fue<br />

gestando progresivamente antes de encontrar su expresión definitiva en la predicación de los<br />

profetas. Como lo indica H. H. Rowley, “en la obra de Moisés encontramos la semilla del<br />

monoteísmo, no su pleno acabamiento”. 28<br />

El monoteísmo israelita no surgió como fruto de la reflexión filosófica, ya que el pueblo<br />

hebreo, durante todo el periodo bíblico, no se mostró particularmente propenso a la<br />

especulación filosófica tal como la practicaron los griegos. Pero el hecho de que Israel haya<br />

llegado a la profesión de fe monoteísta tampoco se explica como el simple resultado de una<br />

evolución natural. Israel nunca fue una nación poderosa, de manera que su monoteísmo no<br />

pudo haber sido la proyección del poderío de la nación en la persona de su Dios. Asiria vio en<br />

las victorias de sus ejércitos una manifestación del invencible poder de sus dioses. Cada nueva<br />

conquista fortalecía esa convicción, y por eso pudo afirmar que el dios Asur debía imponer su<br />

soberanía sobre las divinidades de los otros pueblos. Pero no fue esto lo que sucedió en Israel.<br />

El monoteísmo israelita no es la expresión del orgullo nacional; los profetas no anunciaban un<br />

patriotismo superficial sino el juicio de Dios, y el profeta que expresó más claramente la fe<br />

monoteísta era portavoz de un pueblo que vivía en el exilio. 29<br />

El monoteísmo comenzó en Israel con la ruptura respecto de las concepciones religiosas<br />

de su medio ambiente. Las religiones de sus vecinos estaban ligadas íntimamente a los ciclos<br />

de la naturaleza.<br />

28<br />

H. H. Rowley, The Faith of Israel: Aspects of Old Testament Thought. SCM Press LTD. Londres, 1956,<br />

pág. 71.<br />

29<br />

Es bien conocida la tesis de Emile Durkheim, que define la religión como el culto que la sociedad se tributa<br />

a sí misma. Lo sagrado en general, según el sociólogo francés, es expresión de lo social: hay una verdadera identidad<br />

entre el sujeto y el objeto de la adoración, de manera que todo culto religioso debe ser considerado como<br />

una variación de ese tema fundamental. Esto es verdad, hasta cierto punto, del culto que el pueblo asirio tributaba<br />

al dios Asur. En Asiria, el dios, la ciudad y la nación estaban tan estrechamente unidos que llevaban el mismo<br />

nombre (Asur), y es muy significativo que Asur haya sido la única divinidad puramente asiria entre las muchas<br />

divinidades semíticas adoradas por aquel pueblo. Por eso el prestigio del dios crecía a medida que aumentaban<br />

las conquistas de la nación. La religión de Israel tiene, por el contrario, un carácter completamente distinto. La<br />

concepción que los israelitas tenían de la divinidad les impedía absolutamente identificar a Yahvé con el pueblo<br />

de Israel. Por íntima que haya sido la relación del pueblo hebreo con su Dios, resulta inconcebible la identificación<br />

de uno y otro. Cf. Joachim Wach, Sociologie de la Religion, Payot, París, 1955, pág. 84 ss.

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