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Las fiestas litúrgicas<br />
En este contexto no puede faltar una referencia a las fiestas litúrgicas de Israel, porque en<br />
ellas se produjo el encuentro y la diversificación de dos mundos de pensamiento distintos. El<br />
calendario de las grandes fiestas israelitas procedía básicamente de Canaán, y estaba<br />
determinado por el curso natural del año en Palestina. En su forma original, ese calendario era<br />
la expresión de una religión agrícola, que concebía las siembras y las cosechas como<br />
acontecimientos sagrados. Pero Israel modificó muy pronto el significado de aquellas fiestas.<br />
La modificación consistió esencialmente en despojarlas de su vinculación con los ritos de la<br />
fertilidad, para convertirlas en el “recuerdo” o “anámnesis” (zikkarón) de acontecimientos<br />
históricos bien definidos. En la fiesta de los ácimos se rememoraba el éxodo de Egipto (Ex<br />
23,5), mientras que la fiesta del otoño y la vendimia evocaba la marcha por el desierto (Lev<br />
23, 42-43). Esta anámnesis significa que Israel “historizó" las antiguas fiestas agrarias. Tal<br />
modificación, dice von Rad, tuvo una enorme importancia, porque en ella aparece reflejada<br />
una concepción original del mundo y de la existencia. Israel hacía depender su existencia de<br />
acontecimientos históricos precisos y no de fenómenos naturales periódicamente recurrentes.<br />
Así comenzaba a expresarse una fe que todavía no tenía plena conciencia de su originalidad y<br />
de sus virtualidades, pero que ya empezaba a perfilarse con características propias.<br />
La historización de las fiestas agrarias es un hecho inusual en la historia de las religiones,<br />
y por eso merece especial atención. Según ya dijimos, las fiestas cananeas estaban ligadas al<br />
ciclo de la naturaleza. Israel hubiera podido conservarlas como tales, y expresar de ese modo<br />
su fe en Yahvé como creador y dador de todos los bienes de la naturaleza, ya que pedir la<br />
fecundidad del suelo en tiempo de siembra y dar gracias por los frutos de la cosecha son cosas<br />
buenas. <strong>Sin</strong> embargo, al asumirlas, Israel las puso en relación con hechos de su propia historia<br />
(hechos en los cuales se había experimentado de un modo especial la presencia y la protección<br />
de Yahvé).<br />
Es legitimo, por lo tanto, afirmar que la fe yahvista se funda en la historia, con tal que el<br />
uso de la palabra historia —que no tiene equivalente en el hebreo bíblico— no nos lleve a una<br />
consideración anacrónica de los hechos. Por lo general, lo histórico se considera transitorio y<br />
efímero. Pero los actos a través de los cuales Yahvé fundó su comunidad tenían para Israel un<br />
valor y un carácter absolutos. No participaban del destino de los hechos que se pierden<br />
inevitablemente en el pasado, sino que estaban presentes a cada generación, y no en