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El pueblo de Israel<br />
Hacia el siglo XIII a.C. una nueva realidad histórica comenzó a emerger en la región que<br />
más tarde se habría de llamar Palestina. Esa nueva realidad era Israel, un pueblo que en el<br />
decurso del tiempo iba a vivir un destino singular, pero cuyo carácter único y nuevo aún no<br />
podían comprender los primeros que lo hacían surgir a la existencia.<br />
Esta nueva realidad histórica se fue gestando lentamente, en medio de las culturas<br />
establecidas en el sector geográfico que va desde la Mesopotamia hasta Egipto, y desde el mar<br />
Mediterráneo hasta el desierto de Arabia. En ese contexto, rico en manifestaciones culturales<br />
heterogéneas, Israel supo ejercer su notable capacidad de asimilación y de discriminación. Las<br />
culturas ambientes le ofrecían una incontable variedad de elementos: géneros literarios como<br />
las cosmogonías y los himnos a los dioses, prácticas cultuales (como las fiestas religiosas y los<br />
sacrificios) y, sobre todo, una abigarrada mitología. Israel supo mantener un contacto fluido<br />
con esas culturas, y asimiló muchas de las riquezas que ellas le ofrecían. Pero la incorporación<br />
nunca se realizó en forma indiscriminada, sino que estuvo siempre dirigida por una aguda<br />
conciencia crítica. Así el pueblo de Israel logró crecer y desarrollarse a través del tiempo, sin<br />
perder para nada su propia identidad.<br />
En una etapa relativamente avanzada de su historia, los israelitas se consideraron a sí<br />
mismos “descendencia de Abraham” e “hijos de Jacob”, es decir, nacidos todos de un solo<br />
tronco común. La Biblia da testimonio de esta convicción, porque describe la formación de<br />
Israel como el crecimiento por dilatación de un núcleo original. El núcleo originario fue la<br />
familia de Jacob, que al término de muchas migraciones bajó a Egipto y allí se multiplicó<br />
hasta convertirse en un pueblo fuerte y numeroso (cf. Ex 1,1-7: Deut 26,5-10). Al ver que<br />
aquel grupo de extranjeros no cesaba de expandirse, los egipcios sintieron miedo y trataron de<br />
eliminarlos, matando a los varones recién nacidos e imponiendo a los demás una dura<br />
servidumbre. Pero el Dios de sus antepasados oyó el clamor de los oprimidos, se reveló a<br />
Moisés con el nombre de Yahvé, y los liberó de la esclavitud con brazo extendido y mano<br />
poderosa. Así el pueblo de Israel salió de Egipto y peregrinó por el desierto durante cuarenta<br />
años: luego, bajo la guía de Josué, entró en la Tierra prometida, conquistó su territorio,<br />
eliminó a sus antiguos habitantes (los cananeos), y creció cada vez más hasta constituir la<br />
nación que eligió como reyes primero a Saúl y después a David (cf. Deut 26, 5-10).