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De la reformulación de la “clase trabajadora” a la proyección del movimiento
Las descripciones y análisis que dan cuenta del concepto de clase trabajadora que
caracteriza a la CTA, versan habitualmente sobre la participación de este actor sindical en
la protesta social desatada en la Argentina durante la década que aquí nos ocupa.
Aunque sería difícil recorrer en pocas líneas la literatura que ha dado cuenta de ese
fenómeno, ésta ha incluido tanto interpretaciones que postulan el efecto directo de las
políticas de reforma económica; así como otras que, contrariamente, han sugerido la
necesidad de no afirmar una relación de causa y efecto de esa magnitud sino explorar la
relación entre políticas de ajuste y crisis de representación (Scribano, 1999:55). También se
han destacado los trabajos que han clasificado los diferentes tipos de protesta según su
origen sindical, su carácter no sindical o su matriz ciudadana (Schuster, 1998). En otros
análisis, se han planteado las limitaciones de los principales marcos teóricos dedicados a la
problemática de la acción colectiva, las acciones de protesta y los movimientos sociales ya
sea por basarse en una visión racionalista —como es el caso de la teoría de la acción
colectiva y la teoría de la movilización de recursos, etc.— que abandona la noción de
identidad; o, por la imposibilidad de generalizar ciertos conceptos a realidades sociales
diferentes de aquellas en las que fueron elaboradas, como es el caso de la teoría sobre los
nuevos movimientos sociales. Es así que tampoco han faltado los intentos de sortear
algunas de esas limitaciones aportando distinciones, o precisiones, que permitan dar cuenta
de la multiplicidad de fenómenos que remiten a la ola de protestas, tal como surge de
algunas propuestas que apuntan a distinguir entre los conceptos de estallido social y el de
movimientos sociales (Farinetti, 2002).
En el marco de proliferación de la literatura centrada en la conflictividad social,
también se señaló que la evolución de la protesta social tuvo como corolario la
conformación de un movimiento piquetero que es expresión de una forma de reconstitución
del tejido social y de una nueva política, a cuya base se encontraría la convergencia entre
las experiencias de las puebladas y cortes de ruta producidos en las provincias del interior;
y, las lógicas de organización comunitaria arraigadas fundamentalmente en los barrios
(Svampa y Pereyra, 2003).
Aunque gran parte de esas interpretaciones no han soslayado, al dar cuenta de esa
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