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quien el menemismo encarna un fenómeno neopopulista que tiene lugar en un contexto de
crisis de representación. Y en donde el peso que adquieren el personalismo, el ejecutivismo,
el pragmatismo, así como el lazo entre el líder y su base de apoyo político, son el reflejo de
la continuidad de algunos rasgos populistas, más allá del abandono de las políticas de corte
social y distributivas, o de la posición que el Estado ocupaba como mediador universal
(Novaro, 1994:180). Para este autor, el neopopulismo se destacó, en el caso argentino, no
sólo por no poner en peligro la consolidación del régimen democrático, sino además, por no
impedir la formación de oposiciones partidarias.
Juan Carlos Torre, contrariamente, describió el tono que Menem le imprimió a su
gobierno como el retorno de la cultura política movimientista y patrimonialista propia del
peronismo, la cual se expresó tanto en la asignación de cargos partidarios y del Estado a
quienes integraban el entorno presidencial, como en la ambición por la preservación del
poder en nombre de una misión histórica (Torre, 1999:49).
Tampoco fueron optimistas las apreciaciones de Juan Carlos Portantiero, quien a
pesar de ver en el menemismo el “reverso” de la política peronista en materia económica e
internacional, sugería la dificultad de oponer esas experiencias toda vez que se corroboraba
la continuidad del relegamiento de los principios republicanos y la permanencia de un estilo
pragmatista de hacer política (Portantiero, 1995:106 y107).
Mientras la mayoría de estas interpretaciones centraron sus explicaciones en el
contenido de las políticas económicas implementadas y en los atributos personales con los
cuales un líder político desarrolla sus funciones, otras miradas han advertido profundos
cambios operados en las identidades populistas, cuya dilucidación requieren entender los
elementos particulares que hacen a la constitución de éstas.
Así, Aboy Carlés (2001:305) sostendrá que el menemismo no puede ser
contemplado, sin más, como un fenómeno (neo) populista. Y la justificación en este caso
apunta a que el fenómeno menemista es testimonio de la ausencia de una instancia de
gestión de la ambigüedad —inherente a la identidad peronista— entre la dimensión
nacional popular, que remite al carácter social, y la dimensión nacional estatal que expresa
el momento del orden. 2
2 El menemismo anula la dimensión nacional popular —y con la promesa reformista de “justicia social”— a
partir de la política emprendida en el contexto hiperinflacionario, por lo que el fundamento de
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