VE-07 NOVIEMBRE 2014

498 d.C.
Siempre la misma visión y siempre al atardecer, cuando regresa de
sus trabajos en el campo; el cuerpo bañado en sudor, la túnica pegada a
la piel, como si quisiera traspasarla. Al entrar en casa se desnuda. Echa
un poco de agua en el viejo recipiente de barro y mete las manos,
intentando atrapar lo inasible. Se frota los brazos, el torso, las piernas.
Un escalofrío no exento de cierto placer le hace sonreír. Y entonces
levanta la mirada y la divisa a través de la ventana. Erecta e inmóvil. Los
primeros rayos de la luna, tímidos, acarician su superficie. Con la
lámpara de aceite en la mano sale de la casa y se dirige hacia ella. Poco
antes de llegar, una inoportuna brisa apaga el pabilo vacilante. Pedro
dirige su insegura mirada alrededor y, no muy lejos, divisa la luz del
candil que dejó como señal a la entrada de su casa. Y hacia ella regresa,
derrotado por la oscuridad.
Siempre el mismo sueño y siempre al amanecer. Pedro sabe que
está soñando, pero esa certeza, como muchas otras en la vida, no le
tranquiliza. Se ve en lo alto, sentado, rezando a un alba que es Dios, y no
los dioses. Está más delgado, pero también más fuerte, más sereno, más
feliz. Sabe, claro, que ya no ha de bajar, nunca más. Y despierta.
Pedro encamina sus pasos a la carpintería de Ezequiel. Se saludan.
Pedro le pide una escalera, la más alta que pueda tener. Ezequiel sabe
entonces que ya se ha decidido, y le abraza. Ezequiel y Pedro, cada uno
en un extremo de la escalera, llegan al sitio convenido. Apoyan la escala
en la marmórea piel y se miran. Ezequiel sonríe. Pedro asciende, peldaño
a peldaño. Una vez ha coronado, observa cómo la escalera se separa y se
aleja. Entonces se sienta, relaja sus músculos, cierra los ojos y comienza
a rezar. Ya no es una visión; ya no es un sueño. Ya Pedro vive en lo alto
de su columna.
Marco Antonio Torres Mazón (Torrevieja, Alicante)
http://itacadeshabitada.blogspot.com.es/
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