VE-07 NOVIEMBRE 2014
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Todas se bajan en Sol<br />
Su silueta tras el cristal de la ventana pasó ante mí como una<br />
provocación. ¿Sería posible que fuera ella? ¿Que pasara ante mis ojos,<br />
tan cerca, tan alcanzable?<br />
La localicé nada más entrar. Estaba al final del vagón, detrás de<br />
aquel tipo grande con gafas que apenas me dejaba ver una parte de su<br />
rostro. Quería acercarme, saber si había cambiado.<br />
¿Tendría la misma intensa mirada azul? Y su voz ¿sonaría aún tan<br />
dulce como la recordaba?<br />
El metro estaba atestado a esas horas de la mañana. ¡Maldita hora<br />
punta!<br />
-¿Me permite pasar, por favor?<br />
Nada. La mujer de la maleta gigante no se daba por aludida.<br />
-Muévase un poquito a su derecha, señora. Ande, sea buena esta<br />
mañana y deje el paso libre.<br />
No sé si mis pensamientos salieron involuntariamente por mi boca<br />
pero la mujer se movió unos centímetros. Me estreché lo más que pude<br />
y comencé a bracear en aquel mar humano. Yo era un náufrago y ella la<br />
tabla de salvación hacia la que nadaba desesperado.<br />
Me paré apenas a tres oficinistas y dos adolescentes con mochila<br />
de ella. Me alcé de puntillas y vi su cara, tan cerca y tan lejos de mí. ¡Qué<br />
linda estaba!<br />
-Próxima estación Sol -dijo una voz enlatada a través de un<br />
megáfono.<br />
-¿Se baja Usted en la próxima?<br />
¡Su voz! ¡La cálida y tierna voz que recordaba!<br />
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