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Algunos autores han reflexionado a fondo sobre esta clase de procesos. Es el<br />
caso, por ejemplo, de Zigmunt Bauman, quien postula que gran parte de estas<br />
dinámicas giran en torno a la noción de «miedo», y clasifica los diferentes miedos<br />
existentes en nuestras sociedades, postulando que los Estados modernos,<br />
que han perdido –en gran medida– la capacidad para asegurar la vigencia de la<br />
seguridad social (al privatizar servicios sociales, etc.) tienen que encontrar alguna<br />
manera de brindar –al menos– seguridad personal. Para ello, el autor de<br />
«Miedo Líquido» sostiene que el Estado tiene que identificar «enemigos» con<br />
los cuales poder lidiar y, como no puede combatir –con éxito– el narcotráfico,<br />
«fabrica» la figura del joven como el «enemigo» a combatir y trabaja en consecuencia.<br />
En una línea complementaria, Loic Waqcant interpreta estos fenómenos en<br />
términos de la necesidad de «castigar a los pobres» (así se titula uno de sus libros<br />
sobre estos temas) y postula que estas tendencias vinculadas con la «mano dura»<br />
no son un resultado residual del neoliberalismo, sino que son un componente<br />
central de un enfoque que gira en torno a la «magia del mercado» (manejado por<br />
los grandes empresarios capitalistas) que inevitablemente excluye a una gran<br />
masa de «pobres» a los que –en definitiva– hay que «vigilar y castigar». Ello,<br />
agrega el autor reflexionando desde sociedades industrializadas, no ha ocurrido<br />
solo en el marco de gobiernos «neoliberales» o conservadores, sino que también<br />
ha ocurrido en el contexto de gobiernos «socialdemócratas» (que en América<br />
Latina podríamos asociar a los denominados gobiernos «progresistas»).<br />
Esta larga disquisición, en todo caso, tiene el propósito de llamar la atención<br />
sobre el tono de los debates en el Perú en torno a estos temas, donde –visto desde<br />
fuera, como en mi caso– parecen primar exageradamente los enfoques más «punitivos»<br />
que eclipsan, en buena medida, hasta a las más fecundas experiencias<br />
alternativas en desarrollo en varios contextos específicos, incluyendo desde las<br />
vinculadas con el desarrollo de ofertas de integración social para jóvenes excluidos,<br />
hasta las vinculadas con las «medidas alternativas a la privación de libertad»<br />
(en el caso de adolescentes en conflicto con la ley) incluyendo –por ejemplo–<br />
la justicia juvenil restaurativa.<br />
Yo me inclino a pensar en la necesidad de lograr más y mejores equilibrios<br />
en este sentido, ampliando sustancialmente las propuestas preventivas y las respuestas<br />
alternativas, acotando sustancialmente las medidas más directamente<br />
punitivas. Hemos hablado –por ejemplo– con autoridades del Ministerio de<br />
Educación, para implantar en el Perú la experiencia de las Escuelas Abiertas<br />
(abriendo los liceos los fines de semana para toda clase de actividades lúdicas,<br />
recreativas, culturales y deportivas, con el conjunto de las y los jóvenes del en-<br />
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